Notes

Había una puerta de metal, y mientras se acercaba se oían gotas cayendo y había un charco en aquel pasadizo. Abrió aquella puerta algo oxidada y se encontró con una escalera del mismo material, daba lugar a otro pasadizo, y también a otra puerta; quizá era la salida, ella pensó.
Daphne bajó las escaleras rápidamente y abrió la segunda puerta. Su palpitar aceleró demasiado, incluso más que cuando Norman le susurró. Estaba atónita, lo único que venía a su mente era correr, pero a dónde si no había salida; estaba encerrada y quizá terminaría en igual o peor circunstancias de lo que veía. La castaña corrió hacia aquella asiática que pedía ayuda con gemidos, y le sacó el pañuelo que evitaba su habla—. Debes salir de aquí, o terminaría igual que Cassidy —dijo entre sollozos con voz temblorosa. Supuso que Cassidy era uno de aquellos cuerpos despellejados que colgaban de los ganchos. ¿Qué persona tan enferma podría hacer eso? Ahora tenía sentido el olor a carne muerta, y porqué hacía tanto frío, pero lo que no entendía era porqué colgaba los cuerpos despellejados—. Yo soy la siguiente, solo que él tuvo que conseguir más chicas, y al parecer a ti no te capturó... ¿Cómo llegaste aquí? ¿Quién te trajo? Debes irte ahora mismo, yo moriré, pero tú aún puedes salvarte —la asiática estaba tan pálida que de seguro no había probado bocado alguno desde ya varios días. Daphne quería salvarla, pero no podía; ahora ella también terminaría igual que aquellas personas.
La castaña preguntó a la asiática quién era el autor de tanta atrocidad, y la chica no pudo decir el nombre, no porque no supiera, simplemente no podía decirlo porque le causaba asco mencionarlo. Daphne hizo caso a la petición de la pálida jovencita y decidió buscar ayuda, se levantó y besó la frente de aquella chica. Decidida a irse corrió del cuarto lleno de sangre y en un par de segundos sintió dar el último suspiro. Había sido capturada, y esta vez no habría salida. Estaba todo tan oscuro, que no podía ver el rostro de aquel ser tan repudiable para ella. La luz apareció y se encontraba en otro cuarto, alejada de los cuerpos despellejados y de la asiática; solo podía ver a un joven de espaldas, ¿pero quién era? Tenía cabello castaño, llevaba un suéter azul con una camisa dentro y unos pantalones marrones manchados de sangre. Daphne solo pensaba en una persona, y no estaba equivocada, ahora lo sabía porque podía ver en el filo del objeto punzante que sostenía sus intimidantes ojos azules.