Notes

🍒. [Rolea la situación] Beso bajo la lluvia.
(. . .) Todos habíamos salido tardíamente de la escuela, algunos de mis compañeros regresaban a sus hogares, uno que otro grupo de estudiantes amigos iban por un café o junta en el campus más cercano. Me negué a cualquier invitación donde seguramente tomaría unas cuántas cervezas y reiría de las desgracias ajenas a mí, porque eso no era importante ese día Martes, no, mis ojos vagaban en una alta silueta que estaba apoyada en su camioneta a no más de veinte metros de mí, analicé mi entorno y no quedaba nadie más que yo, pues los profesores salían en treinta minutos después que los alumnos. Mordí mi labio inferior con fuerza, pisoteando las hojas secas de los árboles en una semana final de otoño. Maldije mentalmente; él no estaba ahí por mí, él estaba aquí en espera del pelirrojo que va al salón que está frente al mío, ¿y cuál es la mejor parte? Él no asistió a clases el día de hoy, o al menos eso fue lo que me informó uno de mis amigos. Me acerqué con sigilo, porque sé muy bien que mi presencia no es la más grata, ni la menos agradable.
Cuando me observó, dejó caer su cigarrillo que anteriormente calaba con tanta ansiedad en el asfalto, apagando su llama con el talón de sus zapatos.
“¿Qué haces aquí?”, pregunté tan estúpido, sabía de antemano sus motivos de venir todos los días martes, jueves y viernes a la escuela; sí, por ese pelirrojo que había conquistado a quien una vez me perteneció. Él me miró con tanta indiferencia y no me respondió. ¿Por qué es tan difícil decirlo todo en la cara?, ¿qué ocurrió con esos cálidos mensajes que me sorprendieron a las dos de la madrugada? Eras tú, el mes anterior, la semana pasada, el día de ayer, él decía extrañarme. Bajé el rostro presionando mis labios con desespero, la punta de mis zapatos escolares perfectamente lustrados recibieron una pequeña gota de agua, no sabía si provenía desde las oscuras nubes de lo que quedaba de esa tarde o mis propias lágrimas. Esto sí que era embarazoso.
“Es mejor que vayas a casa, antes que el clima empeore”, comentó él con una tranquilidad en su voz que envidié en ese mismo instante. No obedecí, tenía ganas de escupirle cuántas verdades, sin embargo, mis piernas tiemblan con tenerlo cerca, mis manos sudan al oler su dulce loción, titubeo con verlo a centímetros de mí. “Por favor. . .”, prosiguió él, no me sentía con la capacidad para moverme, no aún. “Joder”, un golpe hacia su preciado automóvil fue lo único que alcancé a escuchar, el sonido de una repentina lluvia de otoño colisionando contra el pavimento y los árboles. Quise relajarme, me contuve cuando percibí sus manos cubriendo mis húmedas mejillas después de un vergonzoso llanto, abrí mis ojos, él también lo estaba haciendo, él atrevidamente me besó sin más. Apegó nuestras narices entre sollozos, él era distinto a mí, podía llorar en frente de otros sin evitar sus sollozos, o su exasperación. Completamente solos en la entrada principal de la escuela, sin nadie que pudiese juzgar nuestro amor.