Notes

Hablar de Freya es como hablar del mundo mismo. Tiene todas las estaciones dentro suyo. Es cálida y feliz como el verano, colorida y especial como la primavera, melancólica y fugaz como el otoño y partes de ella son fuertes y frías como el invierno. Es preciosa. Quiero que de verdad la vean y noten lo preciosa que es. Las arrugas en las esquinas de sus ojos y los amplia que resulta su sonrisa. Ese cabello chocolate que acelera mi respiración cuando lo diviso y que luce majestuoso incluso despeinado. ¿Cómo es posible que una persona sea así de preciosa? Me gusta pensar que su interior se ve reflejado en su exterior. Porque si hablamos de lo que existe dentro de su envase humano, hablaremos de maravillas. De lo inteligente que es. De como es posible tocar todos los temas, ya sean banales o comprometidos y darse gusto con sus palabras. De lo bondadosa que me parece. Del alma tan delicada y liviana que viaja con ella, que es ella. De lo artística que resulta. De la magia que hace con las letras y de como me ha enamorado con todo lo que sale de sus labios y todo lo que sus manos hacen. Hablar de Freya es entender el misterio de la vida y tener la certeza de que hemos sido creados, porque dentro de miles de personas simples, duras, barbáricas, hay personas como ella: idílicas, una bendición, la flor coloreando con vida las ruinas del existir.