Notes

Ya hablaríamos, otro día, pensamos. Pero eso que llaman destino no quiso ser tan generoso, ni mucho menos seguir nuestros planes. Y una mitad de aquel todo tuvo que apagarse para siempre. No era justo, ni tampoco esperado, ni mucho menos a nuestra hora. Pero fue. Una parte se apagaba lentamente mientras la otra se quedaba muerta en vida, llorando lágrimas de sangre, aferrándonos a un recuerdo que ya, por desgracia, jamás volvería a repetirse. Tantas cosas por hacer, tanto por decir, pero ahora ya era tarde. Demasiado tarde. Pudimos tenerlo todo, y decidimos esperar. Pudimos tenerlo todo, aunque fuera por un breve período de tiempo, pero eligimos esperar. Las dudas de cómo hubiera sido, los abrazos y besos pendientes, tantas cosas que tenían en mente. Nuestros caminos ya no volverían a cruzarse. Nos quedamos sin cuidarnos, sin susurrarnos infinidad cosas al oído, sin peleas, sin idas, sin vueltas, sin tiempo. Nos quedaron vacíos. De haber sabido, todo hubiera sido tan diferente, completamente diferente. Pero nunca se sabe. Nos bañaron en confianza, demasiada confianza. Y dijimos adiós con tanta ignorancia que aún quema y desgarra el alma. Sin saber que era el punto final. Sin saber que ya no habría más. Sin saber que era, verdaderamente, nuestra última despedida.