Notes

Primero, último y único amor de mi alma y existência,

Pasé veintisiete años de mi vida actual invisible a mi propio ser y existiendo, desde una perspectiva social, en un mundo que acogía mi presencia, pero no me hacía sentir abrigado. Yo no pertenecía. No sentía pertenencia con respecto a una patria, una familia o un círculo de amistad. No era de lugar alguno y nadie me tenía a mí. Una canción de The Smithereens me vino a la mente mientras te escribo: «I want to love, but it comes out wrong. I want to live, but I don't belong.» Había espacios huecos dentro de mi alma cuyas formas otras personas nunca podrían encajar. Como ese juego para toddlers en el que el bebé necesita encajar el triángulo en el espacio triangular, pero el bebé insiste en colocar el triángulo en el espacio de la estrella. En mi vida, las otras personas eran el bebé y mi alma y mi corazón eran la caja con los espacios vacíos de dicho juguete. Fue sólo cuando nos volvimos a encontrar en esta vida actual que pude mirarme en el espejo y verme como realmente soy y ofrecer amor a las partes de mí ser que tal vez sentía que no eran dignas de aprecio o comprensión. Fuiste, eres, y serás siempre quien me ve y ve a través de mí. Yo era un dragón atrapado dentro de un huevo hechizado, incapaz de romperlo de adentro hacia afuera. Tu persona, Hada mía, con tu toque de pura magia, rompiste la cáscara de afuera hacia adentro, cuando acariciaste el huevo en lugar de intentar romperlo con los dedos. Nací el día que te volví a encontrar. Me sentí completo, una vez más.

Gracias por rescatarme.
Gracias por revivirme a mi.
Gracias por recordarme.
Gracias por tu amor por mi.

Yo te amo para allá de los astros.

Sempiternamente tuyo,

Darko.

Nota: Pensaba otro día, en una conversación sobre las flores favoritas tuyas y una poesía improvisada emergió.

En el jardín de la existencia encontré la rosa. Bailó suavemente con el viento, su alma floreció en pétalos blancos, símbolo sagrado del eterno y en sus espinas se descubrió pergaminos de sabiduría. De la rosa se aprende la belleza de la impermanencia, cómo sus flores se marchitan y caen al suelo y, sin embargo, su esencia persiste. En su despliegue, se ve sus muertes simbólicas, con la rosa muriendo con cada pétalo que la abandona, mostrando que la vida y la muerte se entrelazan y se aprenden a vivir. Como un soplo de renovación y amor, la rosa abraza el vacío y logra el triunfo. Se reconociendo, ente pétalos y raíces, parte de todo.