Notes

Cuenta la leyenda oriental que las personas que están destinadas a conocerse tienen un hilo rojo atado. Este hilo nunca desaparece y permanece constantemente atado, a pesar del tiempo y la distancia. No importa lo que tardes en conocer a esa persona, ni importa el tiempo que pases sin verla, ni siquiera importa si vives en la otra punta del mundo: el hilo se estirará hasta infinitamente pero nunca se romperá.
La chica caminaba con aquellos zapatos casi desechos por las calles, con esos pedazos de tela gastados que solía llamar ropa, no es que esta chica fuera pobre o viviera en la calle; pero no faltaba mucho para que algo de ese tamaño ocurriera en su vida, una madre que el único amor conocía era el de ella hacia ella misma, lagrimas al rededor, golpes que no podía evitar, en aquellos tiempos lo único que ella podía desear era salir de aquella vida desastrosa y eso fue lo que hizo, salió de una vida desgastante para entrar a una peor, esta chica creyendo encontrar al hombre de su vida huyo de su casa, sin nada, y sola se sintió estando con aquel demonio que entro a su vida, ese que pisaba sus talones cada segundo, que no dejaba bailar a la joven como tanto amaba, "ten, unas cuantas monedas, intenta comer ahora" él pronunciaba mientras contaba los fajos de billetes que había ganado en el día, pasaron los años desgastando a aquella pequeña joven, pasaron las caricias y día a día empeoraban los golpes, ¿cinco hijos, en realidad tantos años tenían que pasar para que aquella joven se decidiera a alejarse?, "empaquen sus maletas" pronunció ella con la prisa y el tiempo sobre de ella, salió para nunca volver. Ahora ella no es una joven, ahora ella baila como le gusta, ahora han pasado cincuenta años y ahora ella siente una casa como un hogar, ahora ella logró estar con aquel hombre que baila junto a ella, día tarde y noche. Aquel que la acompaña a dormir, y la hace sentir querida por primera vez en su vida, ella ya no tendrá miedo nunca más.