Notes

Sin ser consciente de que el sueño le iba venciendo, cayó en una duermevela que se vio interrumpida por los torpes movimientos de su acompañante. Haku se retorcía en el interior del saco, con el rostro contraído en una mueca de sufrimiento. Sus delicadas facciones se veían alteradas por aquello que estuviera acosándolo en sueños. Creyó escuchar su nombre.

_ Señor Zabuza, por favor... _el aludido se incorporó, creyendo de nuevo que las palabras de su alumno eran lúcidas y no provenientes de un sueño. Comprobó que de nuevo se había equivocado cuando lo escuchó balbucear incoherencias, entre las que pudo entender las palabras "utilidad", "nunca más" y un sinfín de súplicas y disculpas.
No era la primera vez que lo escuchaba hablar en sueños, pero pudo reconocer éste como pesadilla cuando se alargó más de lo debido. Sabía que el humor de su alumno decaía enormemente cuando una pesadilla referente al trágico pasado que había vivido le acosaba por las noches, por lo que se decidió a intervenir.
_Haku _su voz grave retumbó en el diminuto espacio en el que se encontraban. El muchahco no respondió y siguió retorciéndose en su lugar. Con toda la suavidad que fue capaz de reunir, movió al muchacho tomándolo por el hombro y repitió, un poco más alto:_ Haku...
Entonces sí. Las alarmas se activaron en el cuerpo del enfermo, que se enderezó con demasiada rapidez y sostuvo con firmeza la muñeca de su maestro, que nada hizo por detenerlo porque, sin duda, no lo veía una amenaza. Sus ojos, presas de un repentino pánico, tardaron en enfocar en la penumbra. No soltó la muñeca de Zabuza en ningún momento; por el contrario, cuando se percató de que su sueño únicamente había sido eso, se aferró con aún más fuerza.
_ Yo... Señor. Yo...
_ Tan solo fue una pesadilla. Acuéstate _su voz sonó potente, demandante, y Zabuza no puedo evitar sorprenderse ante la negativa del muchacho que siempre lo seguía y obedecía sin importar lo que hiciera o dijera_. Haku, estás enfermo.
_ No, no lo entiende. Yo...
El hombre suspiró. Sí lo entendía. Nunca se lo decía, ya que adivinaba la incomodidad del chico, pero él hablaba en sueños más de lo que creía y aquella noche, preso del temor al abandono, había dicho más de lo que se imaginaba.
_ Haku, lo entiendo. Acuéstate.
No dejó que se resistiera. Acercándose a él, Zabuza lo recostó sobre su propio cuerpo, apoyando la cabeza del chico en su hombro y pasando un brazo por debajo de su cuello. Haku temnbló entre sus brazos y simplemente se acurrucó. En su estado, tan débil como se sentía, Haku no sería capaz de evitar que su maestro se marchara. Aquel dolor psicológico se sumaba al malestar físico que llevaba sintiendo días y el resultado de la situación se manifestó en saladas gotas de agua deslizándose por su rostro.
El demonio, consciente de su llanto, ni se inmutó. No apretó el agarre entorno al cuerpo del muchacho, sino que cerró los ojos y se ayudó de los sollozos del muchacho para conciliar su propio sueño. Sabía que debía decirle que sus temores eran infundados, pero los suyos propios le decían que, cuando se atreviera a hacerlo, a aceptarlo ante él y aceptárselo a sí mismo, ya sería demasiado tarde.