Notes

Cuando el frío se volvió casi insoportable decidió que iba siendo hora de ingresar en el interior. Con parsimonia, dejando que la fuerza de la costumbre actuara en su lugar, recreó los sellos con sus manos y entró. Cambió el paño húmedo de la frente de Haku por otro que acababa de ingresar junto a él, que había estado enfriándose con el clima natural de aquellas tierras.
El muchacho murmuró algo que no llegó a entendder; creyendo que se había despertado esperó largos minutos hasta que se cercioró de que seguía dormido, y entonces terminó de colocar la nueva compresa sobre su frente. El insano color que su piel había adoptado pareció mejorar, aunque temía que al día siguiente no pudieran avanzar nada. Se planteó incluso cambiar la ruta en pos de una posada que contara con al menos una cama decente y agua corriente, pero decidió esperar a que Haku recobrara la consciencia antes de tomar ninguna decisión.
Los minutos pasaron y él no pudo conciliar el sueño. Sabía lo peligrosa que podía ser la fiebre, más en aquel muchacho de piel tibia, y quería asegurarse él mismo de que el óxido de su herramienta no iba a más. Dejó escapar un suspiro. ¿Cuántos años hacía que había dejado de ver a aquel muchacho triste como un simple conjunto de habilidades que utilizar en su favor? Zabuza no era alguien que se encariñara de la gente. Había aprendido a vivir solo y soportaba la compañía únicamente cuando le convenía, pero sabía que aunque su compañero y alumno perdiera todas sus cualidades él seguiría manteniéndolo a su lado, por mucho que el muchacho se empeñara en decir lo contrario. Él tampoco había hecho nada por cambiar sus pensamientos: no tenía caso, no sabía cómo hacerlo ni si quería siquiera. Las cosas estaban bien como estaban.