Notes

Cinco minutos de atraso, nunca podía ser un poco más puntual, y eso que siempre varío entre cinco y diez minutos de retraso. Asistía a una academia especializada en los avances y el aprendizaje estricto de todo tipo de criatura y ente celestial, más bien conocida como "La force de Dieu". Ahí asistían todo tipo de Virtudes (incluyendo a aquellos como yo, que son híper torpes), entre Potestades y Dominaciones de todas las edades.

Me tocaba clase de canto, lo cual eso implicaba dos intensas horas de ejercitación vocal y memorización de oraciones. Ese día en específico era ensayo general junto con la primer y tercera jerarquía. La force estaba aliada a otras dos academias, "Feu de Dieu" especializada en el aprendizaje de los Principados, Arcángeles y Ángeles menores, y "La médecine de Dieu", claramente especializada en Serafines, Querubines y Tronos menores. Era extraño y emocionante el hecho de que se reúnan las tres jerarquías sólo para forzar las cuerdas vocales y emitir agudas notas con la intención de entonar correctamente oraciones bíblicas.

-¿Memorizaste el párrafo 6? -susurró Amelia con algo de temor en su voz.

Amelia era mi mejor amiga, una joven y muy hermosa Dominación. Tenía el pelo corto a la altura de los hombros, ojos azul zafiro intenso y de estatura mediana, casi siempre se ataba el pelo en una coleta de caballo. Al llegar a la academia, ella fue la primera persona que conocí; nos sentamos de casualidad juntas en la clase de hebreo y de la nada surgió una simple charla. Desde entonces, como yo no conocía a casi nadie, nos volvimos muy unidas.

-No del todo. Se me olvidaron un par de frases, pero lo tengo. -le dije susurrando de la misma manera. También me encontraba nerviosa; sería la primera vez que, así como nos encontraríamos personalmente con la tercer y primer jerarquía, también vendrían consigo el Arcángel Uriel y el Arcángel Rafael, dos de los grandes fundadores de Feu de Dieu y La médecine de Dieu. La gran cúpula comenzó a llenarse de halos brillantes y alas de distintos tamaños y formas, las alas de la mayoría de los Serafines eran las que más llamativas se veían entre la multitud, sin olvidarnos de la manera en la que se posicionaban en la punta con su cara escondida entre el par delantero de alas; más que un hábito, aquella acción era obligatoria para todos los Serafines, ya que no cualquiera tenía el derecho y mucho menos la posibilidad de verles el rostro descubierto, su divinidad sólo se exponía ante el gran Señor.

-¡Acá están! Por Dios, entre ese tumulto de alados no podía encontrarlas. -vociferó Félix, una Potestad pelirroja de ojos azules bastante simpática. Al igual que con Amelia, a él lo conocí casi de la misma manera, excepto que me lo crucé en la biblioteca y me ofreció ayuda para encontrar un libro sobre el Nuevo Testamento. Amelia puso los ojos en blanco y yo solté una leve carcajada, negando con la cabeza. Iba a decir algo, hasta que percibí tres resplandores adentrándose en la gran cúpula, cegándome un poco ante la luminosidad de estos, pero pude reconocer de quiénes provenían; el Arcángel Gabriel, Uriel y Rafael se adentraban a la cúpula, cada uno sosteniendo distintas partituras. Por lo que me suponía, eran las notas de los cánticos y oraciones que ensayaríamos a continuación. Detrás de Uriel a su derecha se encontraba Miguel, otro de los Arcángeles sosteniendo un arpa en el aire, preparado para tocar. La voz de Gabriel sonó repentina sobre el gran plató y repentinamente, las voces de cada ser alado fue decayendo, formándose así un silencio abrasador.