Notes

Puedes ser sencillamente buenos amigos
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¿Pueden los hombres y las mujeres ser alguna vez buenos amigos? Fue una pregunta planteada más recientemente en un divertido artículo en la revista de actualidad Slate.com, a pesar de ser un poco mayor que el tiempo mismo – mayor, incluso, que Cuando Harry conoció a Sally o la amena comedia de situación de los años ochenta de John Sullivan Just Good Friends, protagonizada por Paul. Nicholas como Vincent y Jan Francis como Penny.

Para los lectores que pudieron haber olvidado – o que no nacieron –, la historia de fondo de JGF fue que Vince había descuidado a Pen en el altar cinco años ya antes y luego, después de encontrarse en un pub, intentaron convertir su antiguo amor. y química apasionante en una amistad platónica moderna, aunque de una especie que Platón tal vez no haya reconocido.

Inevitablemente, tras 22 capítulos en 3 series, incluyendo un singular de Navidad, Vince y Pen por último se casaron, satisfaciendo así la necesidad del espectador de una inyección de dinero sensible al final de la voluntad, ¿no? story-arc – es un resultado feliz que, no obstante, socavó gravemente toda la premisa de lo sangriento, que era que hombres y mujeres pueden, obviamente, ser sencillamente buenos amigos.

Es verdad que en la adolescencia y los años 20 es imposible no joder a absolutamente nadie con los zapatos/corte de pelo convenientes salvo que haya un alto grado de repulsión física en uno o ambos lados –, lo que a su vez en general impide cualquier tipo de comunicación, y mucho menos establecer algo. tan sutil y mutable como la amistad. Pero si dos jóvenes se agradan aunque sea un poco, entonces se hallarán excusas para beber suficiente alcohol para poner a prueba los límites de su supuesta amistad.

Cuando era joven, la idea de "amigos con beneficios" y el término de "llamadas de botín" de compañeros varones a quienes les agradaba un rapidito sin condiciones eran en gran medida inauditos. En cambio, había novios, amigos y aventuras de una noche, por lo que todos sabían exactamente dónde estaban.

Excepto que en realidad no lo hicieron, porque ¿quién demonios sabe exactamente cuál es su posición tratándose de relaciones, que son como algo sacado del infame discurso desconocido conocido de Donald Rumsfeld: "Hay conocidos conocidos – hay cosas que sabemos que sabemos. Hay incógnitas conocidas – es decir, hay cosas que ahora sabemos que no sabemos. Mas asimismo hay incógnitas ignotas – hay cosas que no sabemos que no sabemos."

Sin embargo, conforme uno madura, estas cosas están destinadas a ser más fáciles, si bien solo sea porque en torno a, afirmemos, nuestros treinta años, deberíamos haber trabajado en las posibles permutaciones de relaciones. Y la palabra clave en esa oración es "debería". En cambio, el problema de acumular relaciones aparentemente platónicas en una mesa que ya está repleta de una mezcla heterogénea de emociones modernas es que (y veré esta metáfora hasta el final si me mata) un plato lleno de exquisitas Es muy probable que las smorgas de arenque acaben por todo el suelo. Me sorprenden constantemente las muchas y diferentes formas en que los supuestos adultos –, o sea, aquellos con una relación suficientemente larga y significativa como para haber tenido descendencia; una familia, con cualquier otro nombre –, puede arruinar no solo sus relaciones románticas sino también sus amistades. Para mí (una mujer que no tiene muchos vínculos familiares y cuyas escorgas seguramente hayan terminado en más pisos que los suyos –, no es que sea una competencia), las amistades son extraordinariamente esenciales.

Me complace un poco el hecho de que, con la notable salvedad de mi exmarido (cuyo nombre se me escapa temporalmente), prosigo siendo amigo de mis ex, tengo una gran cantidad de fabulosos compañeros homosexuales y numerosas y encantadoras relaciones platónicas con hombres. con quienes nunca ha habido el mínimo indicio de la posibilidad de un intercambio de fluidos corporales.


Pero, de manera confusa, –, si bien también es un testimonio de la mezcla heterogénea –, mi amigo más viejo y querido (34 años y contando), también fue mi primer enamoramiento adolescente, que mutó en una casi relación, que pasó cuando pasó por una fase gay ya antes de pasar. Entonces se casó con – y después se divorció de –, tras lo que hubo un poco de llamada de botín en ambos lados, antes que finalmente conociera a la Sra. Right, casada nuevamente, se transformó en padre y (si bien solo fuera por el hecho de que habíamos agotado las posibilidades) nuestra relación evolucionó hasta transformarse en lo apoteósicamente cargado de equipaje pero totalmente no sexual que sigue siendo hoy. Y resulta que asimismo amo mucho a su esposa.

Sin embargo, con la obvia excepción de esta amistad, creo que mis límites siempre han estado con perfección claros. Por poner un ejemplo, si eres mujer, puedes tomarte de la mano y llorar con tus amigos homosexuales y puedes abrazar a – y ser abrazado por – tus ex (y llorar si realmente debes hacerlo, si bien no sobre tu relación precedente), mientras puedes besar. tus compañeros masculinos heterosexuales en las dos mejillas, felicitalos por sus corbatas/zapatos/manbags y tranquilízales sobre su naciente calvicie de patrón masculino –, si bien es posible que jamás, jamás llores. Sin embargo, si se halla haciendo todas estas cosas dentro de una relación supuestamente platónica, entonces es aconsejable buscar terapia con emergencia.

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