Notes

De todos modos sería un retrato impreciso, pues por más que aún recuerde el brillo de tus ojos por las noches estoy segura de que ahora luce distinto, más fuerte y colorido que antes, y eso es decir mucho porque entonces ya me parecía precioso. “¿Entonces para qué me escribes ahora?”, dirás. Simplemente porque te extraño a veces. Extraño escucharte reír como un niño por la estupidez más grande del planeta, extraño tu cabello despeinado en esas madrugadas que pasábamos juntos, extraño las luchas por llevar el control entre las sábanas, extraño esa magia que irradiabas todo el tiempo, extraño cada uno de los colores que te componían pero está bien, porque sé que habrás encontrado alguien con tonos similares. O al menos con unos que se acoplan a los tuyos mucho mejor que el negro mío. No me mal interpretes, no te necesito; he estado bien sin ti. Solamente sucede que tu ausencia se siente como los mil demonios, y los hoyuelos a los costados de tu sonrisa son imposibles de olvidar. Miro hacia atrás y siempre dijiste que la primera en irse sería yo (inseguridades tuyas que intenté ayudarte a borrar), pero aquí estamos. Y sí, la nube en la que estás ahora se ve mejor; es más bonita y está más alto. Tan, tan alto, inalcanzable para cualquiera que no seas tú y quien se te ocurra llevar para allá. Por mi parte imagino que te veo cuando me recuesto sobre la hierba húmeda a buscarles figuras a las que se quedaron sin dueño (la nuestra es una de ellas). Ojalá un día de estos te hagas estrella fugaz y te des una vuelta por el cielo que veo, así me dejas descubrir cuán brillante eres ahora y cómo lucen los labios rotos que no cuidé.