Notes

Ha pasado un infinito desde que apretabas con tu mano mi cintura y me pedías que cantara más alto, pasándome un trago de tequila cada vez que me quedaba sin aliento, sonriéndome a destiempo, alentándome a que mis miedos fueran fugaces y mi espontaneidad se construyera un reino sin muerte. No tenemos noches destinadas a los juegos de mesa y las preguntas de mi infancia, pero puedo imaginarte haciendo para atrás la cabeza en medio de un ataque de risas cada vez que confesaba alguna de mis fechorías de cría, escondiendo mis ojos de los tuyos, aún arrepentida de ellas. He dejado hace tiempo de insistir en las salidas al medio de la ciudad, para besarte frenética en medio de la multitud, porque me hiciste creer que el mundo era de nosotros, y eso estaba bien. Te he pillado varias veces en la acera de en frente, comprando los dulces que comes en medio de tus ataques de estrés, y me has ondeado la mano, sin seguirle el grito usual, el ‘ven acá ojos bizcos’, por el cual te golpeé con fuerza los hombros tantas veces. Y digo, lo entiendo. Desearía no hacerlo, pero el amor se quiebra, se acaba, se esfuma, se pierde, el amor es un experto en buscarse problemas y echárnoslos encima. Un día ya no deseas dar un solo abrazo porque no planeas soltarme nunca, un día me vuelvo ‘sólo’ yo, con quien compartes una que otra memoria, borracheras, horas y horas de pláticas absurdas, alienígenas, hipotéticas, metafóricas, besos lentos, eufóricos, sexuales, tiernos, amistosos. Amistosos, claro. Me decís que seamos amigos porque no querés perderme, pero ¿exactamente qué es lo que no querés perder? ¿La persona que te entiende? ¿La que te escucha en medio de todo el ruido del mundo?, mentir no es necesario, me has contado todos tus secretos, sé que te da miedo estar solo, pero a mí me da miedo estar sola con vos a mi lado. He descubierto asimismo todos tus defectos, sin quererlo, sé de tu egoísmo, de tu indecisión. Yo no soy una elección, una víctima, una casualidad. Tenme clara o no me tengas en lo absoluto. Por eso hoy me marcho, para besar el aire en medio de las multitudes, para contarle las historias a quien esté dispuesto a escuchar, para emborracharme sola y cantar a todo pulmón nuestra canción favorita en medio de risas más fuertes de las que alguna vez he expulsado. Me corrijo, tu canción favorita. Porque la mía siempre fuiste vos, libre, pura, frágil, invencible. Vuelta un ruido de fondo, un 'bájale a eso', vuelta nada.