Notes

Sin palabras
Una noche sin luna ni estrellas, casi empezando el otoño, de esas noches que el fresquito empieza a invadir la ciudad, estaba ella parada en una esquina, como viendo pasar a los coches sin mirarlos. No pasó mucho tiempo, y se acercó un hombre que sin decir palabra le tendió la mano. Ella lo miró, sonrió levemente y lo tomó de la mano. Tampoco dijo nada. Pero sintió su cuerpo estremecerse cuando él tiró suavemente para acercarla hacia él, hasta fundirse en una sola sombra y en una sola piel. Al contacto de los labios sintió encenderse el fuego en todo su ser. Y simplemente se dejó llevar por ese beso, dulce y apasionado al mismo tiempo. Minuto tras minuto, crecía la temperatura entre los dos, las manos de ella buscando refugio en lo más hondo del abrigo de él, y él tomando a su mujer como si fuera la primera vez que la tocaba. Sin pausas, pero sin prisas, recorrieron cada rincón de piel desnuda del otro y por debajo de la ropa también. No hacían falta palabras, no hubo reproches, ni explicaciones, no hacía falta decir lo que cada uno sentía, era obvio que el fuego seguía allí, aunque habían tratado de ignorarlo y por mucho tiempo el orgullo fue más fuerte. Pero lo peor de todo no fue la distancia, sino la certeza de que cada uno estuvo pensando en el otro todo ese tiempo sin querer aceptarlo. Y ahora estaban ahí, diciendo todo lo que puede decirse sin palabras.