Notes

Sólo no lo entendés. Fuiste el chico popular siempre, ahí estaban todos, sentados al pie de las escaleras mientras les contabas cómo había ido el viaje a la ciudad, cuando les detallabas las resacas que provocan los licores lujosos que probaste por primera vez. Nunca fuimos al mismo instituto, pero casi puedo imaginarme espiando mientras finjo que leo un libro, al extremo opuesto de la escalera. Riéndome por tu forma de gesticular, tan exagerada, quedándome absorta en la manera en que tus cejas se juntan cuando alguno de los espectadores hiciera una pregunta tonta. Sólo no lo entendés. Para vos la soledad fue una elección, si querías estar solo te desaparecías a la mitad del almuerzo o te ponías auriculares sin música saliendo por la punta de ellos, para que los demás pensaran que no debían de molestarte. Para mí la soledad fue la amiga pesada de la que no me podía escapar, porque quería acompañarme incluso al baño. Sólo no lo entendés. Porque antes de que nuestros mundos colisionaran, yo te estaba esperando, pero para vos fui una casualidad. Con vos vinieron los desvelos por tanta plática, las carcajadas en medio de la calle, las discusiones porque me lastimé algo en medio de tus guerras de cosquillas, las escapadas de madrugada para ir a caminar antes de que el mundo despertara. Fuiste mi espectador, mis escaleras, mi propia escuela donde yo era quien se ponía en frente a gesticular a sobremanera y aunque mis historias nunca fueran “así”, completas, interesantes, más para llorar que para sonreír, me prestabas atención. ¿Yo quién fui, John?, Porque estos días, te confieso, pareciera que todo este tiempo he seguido siendo la intrusa, una espía con un libro en las piernas, la que no tenía permitido levantar la mano y hacer preguntas. Sólo no lo entendés. Pero sigo esperando que lo hagas, que me notes en medio de la multitud, no sólo cuando estoy al frente de ella, sigo esperando que vengas por mí y me lleves en tu coche a que conozcamos Nueva York, que hagamos el amor cada noche en los pequeños hoteles que nos den refugio, que sea yo, por un par de veces, la primera en tu grupo, a quien mires cuando termines de narrar, y le lances un beso sonoro, antes de cogerme la mano y llevarme por ahí, mordisqueando mis mejillas de vez en cuando, que me preguntes de forma privada si me ha gustado, y yo pueda verte con los ojos brillosos, para decirte ‘me ha encantado, John, me ha encantado’, que sepas que me refiero a todo, que me refiero a vos, no sólo a tus historias. Sólo no lo entendés. Porque mientras espero que lo hagas, que lo entendás, me estoy fragmentando y vos estás ahí, glorioso, completo, sin mí.