Notes

La dualidad en tu mirada, como siempre, me cautiva; la forma en que destila pureza y, al mismo tiempo, se rasga en sensualidad.

Nuestra conexión, como de costumbre, nos permite sentir lo que el otro siente, de modo que soy consciente de cómo mis reacciones, actos y palabras te alcanzan y viceversa. Sé que sientes que bajo mi piel el amor y el deseo infinito por ti se enfrentan como dos amantes que se aman con una furia silenciosa y lenta, lenta como las llamas de una hoguera, silenciosa como el lenguaje del universo, furiosa como la necesidad de tenerte siempre en mi horizonte, jamás más allá de él.

Mi mandíbula se tensa ligeramente cuando mis ojos caen sobre tus labios, que son lentamente atrapados por tus dientes. Siento envidia de tus dientes, de tu lengua, que puede recorrer esa zona agredida. Una sonrisa divertida y algo depredadora delata mis pensamientos. Eres consciente del poder que tienes sobre mí. Puedo dar cualquier orden, pero el látigo lo sostienes tú. Siempre lo sabes. Sientes eso sobre y bajo tu piel, recorriendo tu sangre, respirando sobre tus huesos.

Mi mirada sigue cada detalle orbitando alrededor de tus movimientos mientras te diriges sobre el colchón de rodillas, de mi lado a mi regazo. Mis manos descansan sobre tu cintura, mientras tus pequeñas manos se posan sobre mis hombros. Cuando te sientas en mi regazo, aprieto suavemente, con una ternura firme, la carne bajo mi toque; mis ojos se cierran por un momento y respiro hondo, dejando que el aire abandone mis pulmones como si fuera el último suspiro. Echaba de menos cómo tu cuerpecito se moldea al mío en todos los contextos. Mis ojos se abren y sonrío al escuchar tus palabras. Mi sonrisa surge etérea de la sensación embriagadora de ese contacto. Mis dedos ascienden por tu columna vertebral hasta tu cuello, la palma se acomoda en su curva.

Mi rostro se acerca, mi mirada galáctica anclada en el chocolate de tus ojos. Simulo que mis labios se acercan a los tuyos, pero cuando están casi a punto de tocarse completamente, desvío la ruta y mi boca queda suspendida sobre tu oreja. "Su Majestad, la Reina Audrey", murmuro, mi voz aún más profunda, reverberando mientras mi aliento acaricia tu piel. Mi boca se moldea alrededor del lóbulo de tu oreja, el cual muerdo suavemente antes de succionar con delicadeza. Una de mis manos acaricia y aprieta tu muslo, mientras la otra se enreda en los hilos de tu cabello desde la nuca, con ternura y suavidad, muy delicadamente. Mi mirada encuentra la tuya y mi lengua serpentea hacia fuera de mi boca, acariciando tus labios antes de tomarlos en un beso desprovisto de prisa, rebosante de amor, ternura, devoción, luxúria.

El beso comienza suave, como un susurro que se transforma en clamor. Mis labios se mueven suavemente sobre los tuyos, comenzando con toques delicados, explorando la textura y la temperatura de tu piel. En un movimiento sutil, inclino ligeramente la cabeza, permitiendo que nuestros labios se ajusten perfectamente, como piezas de un rompecabezas. Conforme la intensidad del beso aumenta, mis manos descienden suavemente por tu cintura, acariciando la piel bajo el tecido de tu prends mientras mantengo el ritmo lento y envolvente. Mis dedos deslizan delicadamente por tu cuerpo, trazando un camino de adoración, mientras exploro cada curva con la punta de los dedos. A medida que nuestros labios se encuentran en un ritmo más apasionado, mi lengua emerge, deslizándose suavemente sobre tus labios antes de explorar el interior de tu boca. Con movimientos lentos y provocativos, danzo con tu lengua, trazando círculos y líneas, como si estuviéramos creando una sinfonía de sensaciones. El toque de mi lengua se vuelve audaz, envolviendo la tuya, mientras la atraigo hacia mí, succionándola delicadamente, como si estuviera absorbiendo toda tu esencia.

Mis labios se mueven con maestría, alternando entre besos suaves y presiones intensas, mientras varío el ritmo, haciendo que cada toque transmita un nuevo estallido de placer. En un momento de pura conexión, me alejo un poco, solo para observar la respuesta en tu rostro, antes de volver a sumergirme en tus labios, intensificando el beso con un ardor que parece consumir todo a nuestro alrededor.Mientras tanto, mis manos continúan explorando tu cuerpecito, deslizándose por los lados de tu cintura y subiendo lentamente hasta tus hombros, haciendo que la piel se estremezca a cada toque. Acaricio tu cabello con la punta de los dedos, tirando suavemente, mientras mi otra mano desciende por tu muslo, trazando un camino de placer que deja una estela de calor. A cada movimiento, sigo el ritmo del beso, como si cada caricia estuviera en perfecta armonía con la danza que realizan nuestros labios y almas.

La respiración se vuelve más entrecortada, y la pasión nos envuelve en un torbellino de sensaciones que parece transportarnos a otro mundo.