Notes

UN TRABAJO PECULIAR
Era una noche fría y oscura, como todas en esa época del año, las luces de las farolas bañaban las calles repletas de gente con su tenue luz, entré en el hotel que había escrito en la tarjeta del cliente, gente con dinero, mucho dinero, no sé porque me sorprendía, todos los trabajos así eran demanda de gente así.
Nada más entrar un botones impecablemente uniformado me indicó que le siguiera, “el señor Makarov le espera, caballero, sígame, le conduciré a él” esas fueron sus palabras exactas.
Después de un par de vueltas acabamos en el restaurante del hotel, un sitio impresionante, nada que envidiar al palacio de los antiguos zares. Al fondo estaba sentado el cliente, Stanislav Makarov, director de una importante franquicia comercial y también capo de la mitad de las bandas criminales de la zona, pero esa faceta suya era más bien poco conocida.
Nos sentamos a cenar y me explicó en qué consistía el encargo, no se fue por las ramas, directo y al grano como a mí me gusta.
Me tenía que cargar a Leninski Petrov, un conocido gánster de la zona, dijo que estaría a las 23:30 en su cuartel general en el polígono a las afueras de la cuidad.
El tipo me extendió un cheque con muchos ceros apuntados prometiéndome que sería mío si la cosa salía bien. No parecía muy difícil, cargarme a un tío y ya está, casi parecía una broma, pero el hombre tenía una expresión de seriedad que daba a entender que nada de eso era broma.
Aparqué el Rolls al lado de un almacén abandonado cerca de la guarida de Petrov, saqué mi fusil de francotirador L-96 y esperé a que el objetivo llegara a la zona. No tardó mucho en llegar, 5 minutos después estaba bajando del coche dirigiéndose a la puerta del almacén.
El tío no se andaba con chiquitas, 23 hombres y un convoy de 5 coches sólo para transportarle a él, no señor, aquí algo fallaba, pero no estaba dispuesto a averiguarlo
Calibré la mira del fusil y apunté directo entre ceja y ceja de Petrov, cuando estaba a punto de apretar el gatillo sentí un golpe seco en la cabeza, seguido de una sensación de dolor que me sería imposible describir.
Después de eso no había nada más que negro.