Notes

«Bueno…técnicamente, Lu, se tiró a tu primo, ¿será que gimen parecido? Después de todo, Baek Hyun y tú son del mismo "estilo"».



　　El chino tomaba todos los días una taza de americano, tueste ligero y aromático, concentrado, sin agua ni edulcorantes. Pero, con extrañeza, el líquido escurría a través de su garganta con un sabor acibarado y áspero, más de lo normal. “Sehunnie, ¿cón cuántos seres humanos has follado?”, “He perdido la cuenta ya.”, aquello bastó para que el chino se levantara, en un movimiento grosero y brusco, derramando el café sobre el buró (y casa para mascota) de madera maciza de pino frente a ambos. El escarpado sonido ahuyentó al gato, quien alargó un maullido. Lu Han tomó un abrigo entallado con cuello de terciopelo, y ajustándose la bufanda de cachemir con hojas en jacquard, dio un portazo antes de salir de casa.



　　Disgustado, condujo. Mientras las luces del semáforo mudaban, el pequinés comprimía con denuedo el volante del auto. Su cabeza estaba nublada por un denso hastío. Sabía que Se Hun había dejado su “elección laboral” por él desde el instante en el que Han le había prometido no encontrarse con Hyun Ah o acostarse con ésta, pero aquello no enflaquecía el pasado que gravitaba a la redonda de ellos. Lo amaba, sinceramente, lo hacía. Sin embargo, el pequinés se había criado en un cerrado hogar con calcados tabúes, pretensiones y escrúpulos; con naturalidad, había crecido para ser un hombre prejuicioso, y el estigma y falta de aceptación sobre la increíble media de parejas sexuales en la vida de Se Hun, no desaparecía. «Un prostituto, ¿en serio, Lulu?», la voz burlona de su prima mientras comía gomitas y reía, horadaba su mente; reconocía que la joven sólo bromeaba, pero ésta era sino estadounidense como su padre, se suponía que fuera así, relajada y despreocupada, considerando que la joven tenía la mente más abierta que lo que tendría las piernas a los diecisiete.



　　Llevó sus dedos índice y pulgar hasta el puente de su nariz, en un gesto nervioso. ¿Cómo podría ver a los ojos a su madre, a esa mujer bella pero rígida e inquebrantable? Jamás le había presentado formalmente a Hyun Ah porque la cualificaría de vulpeja, pensaría de ella como una zorra; a Se Hun, porque tenía un pene y eso era suficiente para remover su homofobia, pero Se Hun…oh, Se Hun reunía la potencial fórmula para el desastre: un pene + una profesión como zorra local.



（。。。）

　　Se distrajo momentáneamente con los plateles y bandejas que los camareros acarreaban de un lugar a otro. Baek Hyun lo había sorprendido por la mañana con un mensaje de texto, «Luhannie, ¿una cena de navidad reinventada por la época más feliz del año? Hice una reservación. 21:00, Pierre Gagnaire à Séoul - 81 Namdaemun-ro, Jung-gu | Lotte Hotel Seoul 35F». Lu Han, entonces, había mandado casi en seguida una confirmación, ante la dirección que había enviado. Prefirió no extrañarse con la elección ostentosa del sitio, no al menos considerando que eran compañeros de trabajo de hace tiempo, y desde que la vida de ambos se había vuelto pública, era mejor ser cuidadosos dónde eran vistos, y con quién. Por lo que acabó coincidiendo con el gusto del menor, a pesar de tener que evitar vestir los típicos pantalones desgarrados que tanto le gustaba comprar (debido a la etiqueta semiformal del restorán considerado como el paraíso gourmet de la capital).



　　Al estar en el trigésimo quinto piso de un hotel, la vista de noche resultaba espectacular. A través del enorme ventanal, se descubría imponente la montaña Bukhan y el centro de la ciudad. La decoración del establecimiento dirigido por el mundialmente renombrado Pierre Gagnaire era clásica, con moqueta y madera. El lugar se especializaba en alta cocina francesa, por lo cual Lu Han no perdió la intención de revisar el menú especial navideño de temporada. Se tomó el atrevimiento de pedir por ambos (a sabiendas de la puntualidad de su amigo) con una única restricción: nada de pepino para el coreano.



　　Ribeye coreano de primera calidad con salsa de vino rojo; budín de sémola preparado como una polenta cremosa con parmigiano, trufas negras al gratín; raviolis rellenos de queso azul Auvergne y pastel de carne, sería el platillo de la noche, junto con una botella de vino blanco. El mesero arribó con ambos pedidos justo el instante en el que el Byun atravesó la puerta, su apariencia llamativa y “linda” captó la atención de Lu Han, quien ocultó sus manos bajo la mesa con nerviosismo. La culpabilidad lo abarrotó al reconocer que estaba celoso (y enfadado, por la misma razón) de un hombre al que quería y admiraba tanto.