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❝ Sálvame ❞
Hacia tantas noches que no podía conciliar el sueño, el insomnio se había convertido en su compañía desde aquel día. Y es que por mucho que quisiera dormir y el cansancio se apoderara de su cuerpo, simplemente no podía hacerlo. Cada vez que cerraba sus ojos los recuerdos llegaban a él sin pedir permiso, su mente le torturaba al hacer que de inmediato pensara en ella y él no lo podía permitir, no quería pensarla, no quería verla en sueños, no quería recordar que se habían burlado de él, de sus sentimientos y que todo había sido una mentira, un teatro bien montado. Le dolía, pero sobre todo le daba rabia el pensar que aun siendo él un ser despreciable, lo poco bueno que tenía en sí se lo había dado a ella. La había convertido en su todo y en realidad no valía nada, así como nada había significado él para ella.
Llevó ambas manos a su rostro y froto con ellas éste intentado despejar un poco sus ideas y tratando de hacer desaparecer el sueño causado por las dos noches de desvelo que tenía. No sabía cuánto tiempo más resistiría aquella situación, pero no le permitiría a ella ser parte de sus pensamientos. Y aunque últimamente sentía que podría enloquecer a causa de ello, no iba a ceder y no, no era orgullo, pero ella no valía la pena como para verlo así de vencido.
Tras dar un suspiro y alborotar un poco su cabello para dejar ir finalmente aquellos pensamientos, sintió que alguien tocaba su hombro, conocía aquel tacto, le era familiar y de cierta forma demasiado confortante. Pronto aquella figura que imaginaba estaba a su lado y le expresaba una tímida, pero radiante sonrisa al verle.
Horas antes él le había pedido que se encontrasen, por mucho que Ángel le hubiera insistido en que le déjase estar a su lado, ahora era más imposible. Él había regresado de completar “un trabajo”, había acabado con la vida de quien a su parecer era un inocente, pero había cumplido con su deber. Ver los orbes desorientados y la mancha de sangre sobre la que el cuerpo inerte se encontraba, le recordó la clase de monstruo que era y el peligro latente que ella corría si permanecía a su lado.
Ella no sabía que ocurría, por el tono de su voz cuando respondió el teléfono parecía que algo ocurría, tenía un presentimiento extraño, sabía que no estaba bien y ella necesitaba verlo para saber qué era lo que había ocurrido. Al llegar y verlo de aquella forma, tan perdido y tan solo recordó el día en el que se conocieron, la primera vez en que sus miradas se cruzaron y como en aquel instante se firmó un pacto entre ambos. Como aquel día, en ese instante ella sintió la necesidad de salvarlo, no sabía de qué o por qué, pero debía hacerlo.
Fue ella quien rompió primero el silencio — No sé qué ha ocurrido, pero tus ojos te delatan. Y aunque desee saber que ocurre, no es necesario que digas nada si no quieres, estoy aquí. Y mataré a cada demonio que hay en ti si es necesario, voy a salvarte del infierno en el que siento que te estás quemando.
Sus palabras lo desconcertaron por completo, sus ojos parpadeaban ante lo dicho porque sin que pudiera controlarlo le remontaron a aquella ocasión en que escucho unas palabras similares, cuando le prometieron que le salvarían y en lugar de eso más le hundieron. Recordó su triste suerte de haber amado a quien solo le traiciono y termino de quebrarlo.
Desvió la mirada y casi por inercia respondió a su comentario con desgano — Por favor no intentes salvarme, termine enamorado de la última persona que quiso hacerlo.
Ella logro entender a qué se refería con ello y con más razón tenía que hacer algo porque aquel era precisamente su mayor tormento, de todos sus infiernos, ese era el que más le hacía daño y ella no permitiría que siguiera eso así, tenía que hacer algo, todo lo que estuviera en sus manos para rescatarlo.
Tomo con sus manos el rostro de él y le obligo a verla, su voz mostraba la sinceridad de sus palabras y el deseo ferviente de poder ayudarle. —Pero yo quiero ayudarte a salir adelante. Necesito salvarte así como tú me has salvado a mí. —Antes de proseguir hizo una pequeña pausa al recordar cómo sin que él lo supiera, el día en que se conocieron realmente la había salvado. Aquella memoria dibujo una tenue sonrisa en sus labios y entonces prosiguió. — Mi alma está en deuda contigo, déjame protegerte.
¿En qué momento le había salvado a ella? ¿A qué se refería cada vez que le decía cosas similares? El simplemente no podía aceptar aquello, sí, admitía que desde que Ángel apareció en su vida había visto de nuevo los colores, ya no le era tan indiferente ni insípida su existencia y poco a poco ella había logrado que se sintiera mejor. Y es que ella con un sonrisa podía iluminar hasta el día más gris y devolverle la vida a un desahuciado. Se sentía afortunado de que aquel día se hubiesen encontrado, que desde entonces ella estuviese ahí con él y para él. Pero sabía que no podía retenerla a su lado y que lo mejor para ella era que se marchara, aún si eso implicaba dejar ir con ella una parte de sí.
Por un momento pensó en intentarlo, en arriesgarse a permanecer a su lado y protegerla de todo y de todos así como ella lo había protegido a él, pero su vida notó que parte de su camisa tenía una ligera mancha de sangre, la sangre de aquel que horas antes había despojado de su vida y recordó quien era y los crímenes cometidos, así como también el hecho de que había quienes querían su cabeza, que querrían venganza y temió por Ángel, nunca se perdonaría si algo le pasaba por su causa.
Tomo cierta distancia y exclamo un tanto exaltado, debido a aquel último pensamiento que había tenido —¿Y quién te protegerá de mí? ¿Quién logrará mantener al monstruo en el que me convertí lejos de ti para que no te haga daño? Ángel, no eres tú quien está en deuda, soy yo. Y la mejor forma de pagarlo es haciéndome a un lado.
Al terminar de decir aquello él se dio la vuelta y se disponía a marcharse, había dicho lo que tenía que decir y estaba seguro que eso era lo correcto, ella estaría mucho mejor sin él y se las arreglaría para que con el tiempo dejará de doler su ausencia. La conocía, era fuerte, era reacia, era perseverante y era una sobreviviente, podía con todo y si antes pudo seguir adelante, sin duda alguna lo haría de nuevo. Deseaba lo mejor para ella y sobre todo esperaba que esa persona la cuidara bien, confiaba en que así sería porque ambos se habían prometido que no dejarían que nadie dañara a Ángel.
Ángel apenas entendía lo que había sucedido, tan rápido sucedió todo aquello que cuando volvió en sí y termino de procesar lo ocurrido él ya había avanzado unos pasos lejos de ella, quizás su mente aun entendía si realmente no lo volvería a ver, pero sus labios sabían que decir y aunque su cuerpo pareciera estar separado en dos en aquel momento, sus sentidos actuaban con voluntad propia.
—No necesito que alguien me proteja de ti —exclamo con la suficiente fuerza como para que él la escuchara. —Sé que jamás me dañarías, sin embargo, insistes en alejarme sin ser consciente de cuanto nos necesitamos el uno al otro. —Pronto la voz de Ángel perdió cierta fuerza y sus palabras se quebraron un poco y al escucharla, el corazón de él se oprimió de una forma casi dolorosa en su pecho —No sería capaz de perdonarme el verte partir sin luchar antes por mantenerte junto a mí.
Tras decir aquello se produjo de nuevo un silencio entra ambos, él permaneció inmóvil, incapaz de girarse para verla porque si lo hacía seguro se arrepentiría y volvería a aferrarse a ella. Estuvo absorto en sus pensamientos hasta que sintió unos brazos rodear su cuerpo por su espalda y aferrarse a su camisa como si la vida se le fuera en ello.
Aquel contacto derrumbo aquellas barreras que minutos antes él había construido para protegerla y esta vez no pensó en lo que decía, simplemente dejo que sus sentimientos quedaran al descubierto.
—Ese es el problema, que te necesito y no quiero necesitarte porque la última vez que necesite a alguien me convertí en ruinas. —Hizo una pausa, pues en ese instante todos aquellos sentimientos volvieron a él y si no fuera por los brazos de ángel que rodeaban su cuerpo, probablemente habría caído de rodillas por el peso de todo aquello que durante tanto tiempo había tratado de mantener enterrado. — Podría pedirte que me salves, pero, ¿quién me salvaría de los sentimientos cuando sea capaz de volver a sentirlos? No quiero volver a tocar el cielo y desplomarme de nuevo.
Ella podía notar el pesar en sus palabras, también le dolía escucharlo de aquella forma. Sabía cuánto tiempo había estado luchando por aquello, pero era la primera vez que lo escuchaba así, por primera vez para ella era como mirar a través de un cristal y notar lo expuesto que estaba ante sí.
Le abrazo con más fuerza y espero que con sus palabras pudiera darle la seguridad que necesitaba y el confort que en aquellos momentos le hacía falta. —Yo no dejaré que te desplomes; seré quien sujete tu mano cuando estés a punto de caer. Permíteme estar a tu lado, por favor. —Ella recostó su cabeza sobre la espalda de él y la fragilidad de su voz le hizo saber que también estaba dejando al descubierto sus sentimientos, que todo eso también le dolía y cuán impotente se sentía por no poder hacer nada para aliviar su pena. —No me alejes de tu vida ahora que te has convertido en alguien fundamental en la mía. Necesítame tanto como yo necesito de ti.
Él llevó ambas manos a su rostro cuando escucho lo que Ángel decía, nuevamente, por mucho que detestaba aquello, simplemente todo terminaba recordando aquello que tanto le atormentaba. Fijó la vista en sus manos y observó estás mientras hablaba con la voz un tanto ronca por los sollozos que intentaba no permitir dejar que escaparan.
—Ella dijo lo mismo… ella me dijo que sujetaría mi mano, que me sostendría. Y cuando más sentía la calidez de su mano, entonces ella me soltó. —Una leve sonrisa provocada por la ironía de aquel acontecimiento se dibujó en su rostro —¿sabes lo heladas que están estas manos ahora? —En aquel momento él se dio la vuelta y sus ojos reflejaban aquella cotidiana pena —Incluso si intentaras sujetarlas, las tuyas se enfriarían también.
Entendía sus palabras, comprendía el miedo que tenía de volver a confiar y ser decepcionado, pero ella no haría lo mismo, ella realmente deseaba salvarlo. Sin meditar mucho simplemente le tomo por los hombros y fijo la vista en él.
—Entonces enfriémonos juntos. Yo no soy ella, ¡mírame!, esto aquí, soy real. Veo a través de tus ojos y sé que quieres que me quede, pero tienes miedo de dañarnos a ambos; solo debes darnos una oportunidad. —Su voz se había hecho más débil pero a la vez más dulce, más cálida y más confortante. —No establezcas una muralla entre nosotros, no lo soportaría. Solo dime que te quedarás junto a mí, necesito oírlo.
Había perdido la cuenta de cuantas veces había intentado alejarla de él para protegerla y cuantas veces había terminado cediendo a su insistencia. Todo lo que había dicho era cierto, la necesitaba, se necesitaban mutuamente para sobrellevar aquellas penas que ambos tenían en sí y para curar sus heridas. Aquella había sido la última vez que había intentado alejarla y de nuevo había fallado en ello. Más que una resignación, él estaba convencido que no podía seguir sin ella en su vida y que no la alejaría de nuevo, esta vez no, esta vez dejaría que ella permaneciera a su lado y derribaría aquellas barreras que aún los separaban.
—Me rindo, no puedo evitarlo, camino directo hacia un nuevo precipicio y si he de caer, al menos espero hacerlo contigo. —Tras decir esto rodeo el cuerpo de ella con los brazos y apoyo su cabeza sobre el hombro de ella, lo hacía como si se estuviera hundiendo y ella fuera un salvavidas. — ¡Sálvame! No importa cuanto lo niegue, lo necesito. Te necesito.
Ella frotaba levemente la espalda de él mientras correspondía a su abrazo y le hablaba casi en un susurro —No permitiré que caigas, aprenderé a volar de ser necesario y compartiré mis alas contigo. —Ángel cerró sus ojos un instante y simplemente se dejó envolver como él de aquel instante. El momento en que sellaron aquel pacto que los uniría de por vida. —Aquí estoy hoy y aquí estaré mañana. Juntos.
Por primera vez ella sentía que realmente estaba haciendo algo por él y él por su parte sentía que todo el miedo que tuvo por dejar entrar a alguien en su vida había desaparecido. Un día sus caminos se encontraron, ninguno imagino que desde entonces serían compañeros del mismo viaje, que ambos iban mutuamente a salvarse.
     
 
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