Notes
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La canción llegó a su final y sin más el telón se cerró en cuanto cesó la misma. El público aplaudió agresivamente, silbó y coreó por otra canción sin embargo la intérprete misteriosa no volvió a salir ni siquiera para agradecer lo cual desilusionó a todos. De alguna forma me sentía perturbada, como si algo hubiera cambiado y tuviera la sensación en él pecho de algo malo. Casi trágico.
Sacudí la cabeza ahuyentando la idea e intentando mantener mis pensamientos en orden. En el transcurso de los últimos días había sentido que mi cordura estaba siendo desafiada y que a lo mejor me estaba volviendo loca. No pensaba darle cabida a pensamientos sin sentido, no quería ojeras por estar imaginando cosas y tampoco perturbarme. Mi mente había estado tranquila por un periodo récord y planeaba mantenerla de esa forma aunque ya hubiera pasado por algunos altibajos.
— ¡Lenox! ¡ahí estás!— Tiró de mi brazo mi madre y pensé cuantas probabilidades tenía de escapar. Pensé y volví a pensar una excusa lo suficientemente convincente como para no ser literalmente esclavizada por el resto de la noche. Pero, vamos. Yo más que nadie la conocía y sabía que aunque estuviera teniendo una hemorragia interna me haría pararme en ese puesto por lo que al final sonreí forzadamente mientras sentía como entrelazaba su brazo con el mío.— ¿Acaso no es espléndido el día? Me provoca preparar unas galletas con chispas de colores pero no cualquier tipo. ¿Te acuerdas las que hice para la navidad pasada? De esas pero con aún más canela.
Claro que las recordaba. Sobre todo el sentimiento de no haber podido probar ninguna ya que un par de gemelos que vivían en el piso inferior al nuestro se había aprovechado del "están en su casa" de ella y se lo habían tomado un poco demasiado literal. Hasta el día de hoy sigo preguntándome a que habrán sabido y deseando con todo mi ser que estuvieran hasta año nuevo encerrados en el baño.
Seguí escuchando su parloteo habitual cuando se emocionaba a la vez que asentía de vez en cuando o decía las palabras adecuadas para que pareciera que le estaba prestando atención, cosa que no era verdad mientras nos introducíamos en un lugar menos transcurrido donde se encontraban los puestos de comida más baratos donde había menos personas y se podía percibir por el olor la humedad de un pequeño lago que estaba un poco más hacia adelante.
Estaba demasiado concentrada mirando a mi alrededor que cuando paramos ni siquiera me di cuenta así que me llevé una gran sorpresa cuando miré lo que dudaba que había sido obra de ella, por lo menos, sin ayuda a no ser que la hubiera subestimado todo este tiempo.
Había un hilo transparente que parecía ser de nailon y de el colgaban pequeñas esferas parecidas a las de nieve pero de menor tamaño doradas gracias a la luz que contenía. No podía distinguir con exactitud que era no que contenían que hacía que brillaran con tal intensidad así que entrecerré los ojos y me puse de puntillas para poder ver más de cerca y con más detenimiento; luciérnagas se movían por todas partes, de vez en cuando sus luces parpadeaban creando de alguna forma un efecto visual que pareciera hasta mágico. Aparte de lo que colgaba del techo, habían un par de frascos con tapas doradas sobre el pequeño mostrador, el cual tenia escrito en dorado con letra impecable Crossford's fantasies.
— ¿Te gusta? Me ha ayudado Zahíra. No habla mucho pero es bastante agradable. Le pagué con una docena de galletas y algunos pastelillos con relleno de frambuesa.
Me asombré al escuchar lo que decía. Sabía quien era ella aunque tuviera bajo perfil en la escuela. Cursa el penúltimo año por lo que era un año mayor que ella. No habla tanto y es bastante introvertida pero es brillante y sobre todo creativa. Había pintado el mural en el patio que se había estropeado gracias a su vejez y las fuertes lluvias que habían caído el año pasado. No había tardado nada y ahora cada vez que pasaba por el no podía dejar de verlo. Había hecho una galaxia a blanco y negro. Lo único que tenía color eran las donas y galletas que había puesto para sustituir planetas— realmente amaba la comida—. Era algo así como una artista incomprendida y sin duda podía imaginar que había sido su idea por más qué imaginarla cazando insectos y encerrándolos en pequeñas pelotas de cristal me perturbaba un poco.
— Sin duda es ingenioso.— Comenté mientras tonteaba con un frasco y agitaba ligeramente el mismo para ver como reaccionaba el insecto y posteriormente ganando una mirada de desaprobación por parte de mi madre.
— Bien, tú sabes todo así que no tengo que explicártelo. Cierras a las diez y traes contigo la caja con el dinero.— Se quitó el delantal y me lo pasó antes de acomodar más bien por impulso que en busca de algún cambio su cabello.— Ah, y liberalas. Hasta luego.
Agregó y se alejó. Suspiré antes de sentarme en el pequeño banco tras el mostrador y esperar a que alguien se acercara a comprar.
Se acercaron más personas de las que creía para comprar y muchos volvían por más. Si había algo que mi mamá hacía bien era hornear y todo aquel que probase algo suyo lo tenía claro al instante. Kyra llegó después de un rato y me ayudó con las ventas mientras me contaba sobre un chico que había coqueteado con ella y le había pedido su número. Intentó convencerme de que finalmente superaría a Alekséi y sólo mantuve silencio al estar acostumbrada a la misma afirmación desde hace muchísimo que nunca se concretaba. Cerramos un poco después de la hora que me había dicho mi madre a causa de que las personas seguían llegando. Pensamos en volver juntas pero aún tenía algunas cosas que hacer así que decidimos que nos iríamos cada quién por su lado.
Con cuidado desamarré el hilo para que no se cayera ninguna. Pude notificar a la distancia como cerca del lago habían más, por lo que pensé que debían pertenecer ahí y decidí liberarlas allí. Caminé con cuidado, extendiéndolas frente a mí para poder ver que pisaba y por donde caminar sin tropezar con alguna piedra que se cruzara en mi camino repentinamente. Mientras más me adentraba en la zona, más oscuro parecía y lejos se veía el lago. Se asemejaba bastante a un bosque y más zonas verdes se extendían al punto de que la tierra sólida había quedado atrás para convertirse en una ruta llena de irregularidades y charcos de lodo por todas partes.
Llegar al lago fue una travesía pero la vista era asombrosa. La luna brillaba en lo alto y se reflejaba en el agua cristalina. Se escuchaba el croar de las ranas y habían hojas flotando en el agua además de algunas flores que habían caído de los árboles a su alrededor.
Me senté en el césped levemente húmedo y me dispuse a liberarlas una por una, girando la pequeña parte en el inferior de cada esfera donde estaba el gancho sujetarlas. Cada vez que una se iba volando no apartaba la vista hasta que ya no pudiera registrar en mi campo de visión su brillo.
— Tú te pareces bastante a ellas, ¿sabes?— Una voz ronca y desconocida dijo a mis espaldas, haciendo que me sobresaltara y me pusiera de pie lo más rápido posible.
Y ahí estaba, nuevamente jugando con los hilos de mi mente. El chico que me retaba todo lo lógico en mi vida, haciéndome dudar de una infinidad de cosas. Una bandana negra cubría su frente, contrastando con su cabello azabache y haciendo que de alguna manera su mirada resultara más intensa que la última vez que lo había visto — en persona, claro. Mis sueños no cuentan—. Una camiseta negra y pantalones oscuros era lo que traía y el mismo broche que la vez anterior.
— ¿Quén eres?
Fue lo único se me ocurrió pero a la vez era lo más acertado. Tenía un par de dudas que quería que resolviera una por una y de alguna forma pensaba que era la mejor forma de empezar.
— No, tú eres diferente a ellas.— Continuó, ignorando mi pregunta. Quise insistir a que respondiera, irremediablemente, mi curiosidad era aún mayor además de que su voz rasposa se volvió hipnotizante.— El brillo de las luciérnagas es visible para cualquiera, pero el tuyo es especial, Lenox.
Se acercó hacia mí e instintivamente retrocedí. Cada paso que daba hacia adelante era uno que retrocedía. Sus palabras ya me aturdían lo suficiente como para agregarle su cercanía; podría llegar a ser una combinación fatal y estaba segura de ello. Sin darme cuenta, llegué al borde del lago, sintiendo como mis pies se sumergían en el fango donde terminaba la tierra y empezaba la profundidad del agua. Y él sonrió. Sabiendo que me tenía encerrada. Acorralada y sin escapatoria.
— Yo puedo ver como brillas.— Susurró, clavando sus ojos verdes en los míos y dándome la impresión de poder ver mi alma.— Y llegará el día en que todo el mundo lo verá, el mundo no esta listo para verlo aún, pero, ¿acaso tú lo estás? — Preguntó.
No podía mentir, estaba actuando como un demente y por un momento pensé que lo era. Que corría peligro al estar sola, lejos de las personas, sabiendo que si gritaba nadie podría escucharme con un completo desconocido que parecía tener un par de tornillos flojos. Pero lo que realmente me aterró fue que lo dijera en un tono tan convincente y que el pudiera ver en mí algo que ni siquiera yo había notado. Estar desnudo físicamente frente a otra persona era algo vergonzoso, pero estarlo en un nivel más profundo, uno casi espiritual era aterrador y podía sentir que el chico que estaba frente a mí podía leerme como si fuera su jodido libro preferido.
—¿Quién... eres?— repetí con la voz debilitada que parecía ser una suplica en lugar de una demanda
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