Notes

Las canciones mal camufladas de los 80' que sonaban a través de la radio antigua hizo que dejará mi sueño de lado y abriese los ojos. La habitación se teñía con los leves rayos amarillentos y anaranjados que chocaban contra la ventana e inundaban el espacio, inmediatamente supe que no estaba en mi cuarto, ni en mi hogar, ni en mi vida. Un ácido subió por mi garganta y en el corazón de mi tripa se hizo un cúmulo de pánico, mi garganta ardía por gritar, y mis brazos y piernas dolían por hacer un movimiento invisible e inexistente. Caí al suelo, y me choque con un piso duro, frío, e irreconocible. Escuche pasos de lo que parecía ser un pasillo fuera de la habitación, una señora entró, de ojos saltones y pelo castaño, llevaba puesto un vestido de época, con tonalidades marrones y flores grandes y feas. No sé que me dijo, solo vi su boca moverse en mi dirección antes de que todo se volviese negro. Mis brazos temblaban y estaba gimiendo de dolor, gotas de sudor frías se resbalaban por mi rostro y me abracé a mi misma. Parecía ser una casa grande y vacía, por qué no escuchaba nada. Comencé a sentir el miedo instalarse en mi cuerpo y choque con una pared vieja, quería llorar, pero mis lágrimas me quemaban. Sentí como unas manos grandes y voluptuosas me agarraban de los brazos, me zarandeaban, me lastimaban, me tiraban hacía algún lugar, algún tipo de dimensión paralela, alguna realidad distinta, antigua o futurista de la mía. Del cielo caigo sobre una banca verde oscura que ya no es tan verde. Noto que tengo mi saco negro favorito puesto, estoy agitada y un poco desorbitada, pero nadie me está mirando. Respiro, respiro y respiro y no siento que nadie me esté siguiendo, ni siento miedo, ni pánico. Sería muy loco pararme y preguntar que año es, así que me quede sentada, mirando, y tratando de adivinar por los atuendos y a mis alrededores donde estaba. Un señor con un gorro peculiar se sienta a mi lado, tiene anteojos oscuros y está vestido completamente de negro. Algo me dice que ya lo conocía, era como un recuerdo que había intentado borrar. "Es dos mil dieciocho" dice, "Veinte de Febrero". Su voz es grave, áspera, y me da escalofríos. No digo nada, no quiero preguntar nada más. "Una vez tuve en mis manos el poder de dos prestigios; el tiempo y el espacio. Los mezcle, los acaparé, hacía que las manijas del reloj retrocedieran o fueran más veloces de lo normal. Un día tenía ganas de volver a los sesenta y sentirme más joven, y otro, solamente quería ver lo que el destino tenía para mi. Podría decirse, en pocas palabras, que manejaba el universo. Y lo tenía todo en las manos.” se calló, y fue un silencio abrumador, como si supiera lo que estaba por decir. “Pero perdí el control, querida, y no puedo hacerte volver”. Y no dijo nada más. No sé en que momento se fue, pero me di cuenta de la sensación que sentía de que algo estaba fuera de lugar; me di cuenta que era yo.