Notes

Él había nacido en el infierno, en aquella cruel realidad que los humanos denominaban como vida. Mi lugar era en el cielo, ese sitio celestial conocido como paraíso. Eramos de mundos diferentes, pero el destino había decidido jugarnos una mala broma logrando que nos encontremos para que uno sea el responsable de los desvelos y suspiros del otro, así causando el destierro de ambos. Lo siento querido mortal, pero los dos somos conscientes que alguien saldrá herido, y no seré yo quien derrame lágrimas por aquella prohibida arma llamada amor. Ya han quebrado mis alas, nadie romperá mi corazón, porque los humanos solo llegan y arrasan con todo para luego marcharse sin remordimientos. Quizá tú seas nativo de aquel averno de perdición, pero lo más peligroso se encuentra en las almas desterradas de los caídos, ya que las guerras comienzan en el cielo. Créeme cuando te aseguro que no sobrevivirás a mi sortilegio. Mis besos serán el veneno que te consumirá, mis caricias el infortunio del que no te recuperarás y mis palabras las tóxicas intrusas que te harán perder la cordura. Es una pena que hayas pensado que sería el elixir de tu felicidad; no podrías siquiera imaginarte cuan grande es el pecado que cometiste al haberte enamorado de mi. Te destruiré. Seré la peor calamidad para ti, la chispa que quemará este mundo, arrasando con cada vida, absorbiendo las vencidas almas. Y es que en la habitación donde se sueña solo importa el ángel.