Notes

La curiosidad y el desconcierto de tu parte por el estado de mi erección hace que mi polla vibre de excitación bajo el toque de tu dedo índice, y una de mis sonrisas de media luna arrebatadoramente familiar juegue en la comisura de mi boca.

Mi voz suena en tu mente en la familiar entonación profesoral que tanto hablas, de cuando suelo explicar un tópico.

«No lo es — a excepción de mi pueblo. Todo nace en la mente y se muere en la mente, cariño. Si quiero que mi erección desaparezca, necesito domar mis pensamientos revueltos. Necesito respirar y concentrar todo mi fono y energía en esto.»

La forma en que te dejas acariciar por mí me derrite el corazón, es tan adorable que quiero morderte por todas partes. Sin embargo, me detengo, centrando mi foco en la regulación cardíaca. De lo contrario, la ducha tendría que esperar.
«Puedes beber directo de la fuente siempre que quieras o lo necesites.»
Susurro entre tus labios, tras el beso que intercambiamos, dejando escapar una risa corta, varonil y profunda que retumba en mi pecho tras escuchar tus palabras empapadas de buen humor.
«Proporcionaré más– Un segundo.»
Yo vengo a provocarte, cerrando mi gran mano alrededor de mi erección como un torero que viene a dominar el cuerno de un toro. Con vigor e precisión.
Comienzo a masturbarme.
Al principio con una lentitud varonil y constante, deseando ver si vienes a interrumpirme. El roseo de tus mejillas se profundiza cuando te das cuenta de que has estado mirando mi polla, inesperadamente entretenida. Colocas tus pequeñas manos sobre la mía tratando de abortar la misión que yo había amenazado con emprender.

Te encuentras celosa de lo que mi mano estaba a punto de ofrecerte.

Quieres que llene tu núcleo con mi semen. Quieres mi polla en tí — ahora. Tan desesperadamente lo quieres que en ese momento te duele solo pensar que tendrás que esperar. Que yo jamás, por muy emocionado que esté — por muy cachondo — nunca accedería a entrar en ti sin una preparación previa.

La forma en que te muerdes el labio inferior entre los dientes me saca de quicio, así que dejo escapar un gruñido hosco, como una bestia sobreexcitada que anhela una liberación más profunda para su tormento. Contemplo tu cuerpo. Hay un destello tan peligrosamente hambriento en la forma en que te miro que hace que contengas la respiración, obligándome a recordarte que respires porque no soy un gran fan de la necrofilia. Te necesito mucho viva, aunque los paseos por el cementerio son lo mío. Te brindo un guiño lento y travieso. Eso haría que el corazón de la Reina de Hielo se derritiera de tan sensual.

«Joder– Son del tamaño perfecto para caber en mi mano. Son lo suficientemente grandes como para usar tus pequeñas manos para extraer una liberación más de mí. ¿Te gustaría que me corriera entre ellos algún día? Puedo limpiar mi semen con mi lengua después. ¿Te gustaría intentarlo algún día? »

Y como todo lo que sugiero o se escapa del plano mental, ya puedes sentir mi polla entre tus pechos, como si la hubieras estado ordeñando. Todo lo que imaginemos haciendo juntos o uno con el otro se está convirtiendo en otra realidad.

Yo me levanté primero y caballerescamente te ayudé a ponerte de pie. Por un momento, estuviste cara a cara con un Dragonite hambriento e insaciable. Grande, grueso, duro. Tan jodidamente duro que te duele el centro de tanto placer y se te hace agua la boca al recordar mi refrescante goce.

Mientras nos ponemos de pie, te acerco a mi cuerpo desnudo, por un momento, sintiendo tu propia desnudez. Mi polla parece buscar tu coño, puedes sentir la atracción entre ellos. Te das cuenta de que lo que sería incómodo para otros no es un problema para nosotros. Los contrastes entre nuestras alturas parecen pesar nada sobre lo que queremos hacer y hacemos.

Mis manos en tu culo son de hierro y mantienen esta proximidad durante unos segundos antes de hacerte girar desnuda y la atracción de mi polla se traslada a tu trasero, mientras caminamos hacia el baño, conmigo a tu espalda. Beso tu cuello, mordisqueando y lamiendo, con mis brazos envueltos alrededor de tu cuerpo petit. Mi polla frota continuamente tu culo hasta que entramos al baño, y la ducha abrirse sola.

«Gracias Aziza.»

Era Aziza, una rama de Hino — que por sí solo era una rama de Anamchara, la dimensión desprovista de la misma densidad presente en el planeta Tierra y de la cual los ancestrales de mi clan fueron exiliados por connivencia con la humanidad, designada guardiana de un planeta por nuestro clan rescatado.

Te guío bajo las aguas más deliciosas que jamás hayas sentido caer sobre tu cuerpo. Comienzo a enjabonarte con un jabón que yo mismo preparé para ti, con hierbas específicas para tu secreto eventualmente expuesto y que no interferirá en nada cuando me contactes.