NotesWhat is notes.io?

Notes brand slogan

Notes - notes.io


«Yo tengo / un Amante secreto / alrededor mío / y de vez en cuando él me envía / una fragancia sagrada. / Le pregunté en mi corazón: / '¿Por qué haces eso?'/ Y respondió: / 'Éste es el único modo / de besar / tu corazón directamente'. »
— Burhanuddin Herrmann

En la noche de aquel mismo día, para la sorpresa de Audrey, ella soñado con la enigmática figura en negro que había visto antes en el tren.
El sueño comenzó con la mujer sentada en el mismo asiento y él de pie en la misma posición que su persona le había visto antes de que este viniera supuestamente bajarse del tren. Todos esos rostros anónimos que había puesto Audrey los ojos encima estaban presentes. Sin embargo, ella no ha prestado atención al detalle, ya que no parecía lo suficientemente importante como para que el registro emergiera de su archivo mental. Luego la mirada de la mujer se levantó y se volvió hacia el desconocido por primera vez, atentamente.
Como si le viera por primera vez, Audrey se dió cuenta de detalles que ni siquiera sabía que se habían almacenado en algún rincón de su memoria.
«Me ha encantado su camiseta. A mi también me gusta Pink Floyd. » Las palabras le saltaron de la boca tan naturales como un buenos días o muchas gracias.
Por una fracción de segundo el silencio es todo lo que escucha Audrey aparte del sonido constante y maquinal del tren deslizándose por las vías. Para algunos un sonido molesto, para otros tranquilizador. Tuve Audrey la impresión de que no le han escuchado, puesto que la figura en negro permaneció inmóvil por unos minutos que le parecieron a ella lo suficientemente largo para casi interpretar como desinterés en establecer un diálogo amigable y despojado de promesas. Pero Audrey tenía la costumbre y el cuidado de no asumir cosas sobre una situación o persona sin obtener suficiente información sólida para llevarla a un veredicto creíble. No siempre podía llegar a un veredicto o no asumir nada, pero nunca dejó de intentarlo.

Dentro del sueño, los ojos de Audrey igual se posaron en los auriculares puestos; la persona de ella no llevaba los suyos consigo, un detalle que de paso, le parecía insuficiente en relevancia en el sueño, pero en la dimensión física, era más que un accesorio electivo. Una necesidad básica de supervivencia emocional y mental. La música era su terapia.
Consideró Audrey repetir la pregunta una vez consciente de que él no carece de modales. Que, como sucedió fuera de su sueño, no fue escuchada porque él estaba escuchando música. Pero la verdad es que Audrey había se sentido demasiado tímida y un poco torpe ante la perspectiva de interrumpir la lectura de alguien de manera aleatoria así. Y claro, ¡los auriculares! Por un segundo, ella se preguntó a sí misma qué canción estaría el desconocido escuchando. ¿Algo con la misma vibra de Pink Floyd o algo completa e inesperadamente distinto?
Estaba Audrey a punto de volver a su propia lectura, una novela de Jane Austen, cuando le escuchó hablar y sus ojos coincidieron en una mirada por un segundo, a pesar de las lentes infames.
Sus ojos eran una manifestación de su imaginario y se mostraban como los arrozales color esmeralda en las montañas norteñas de Vietnam. Tal vez por el color del cabello y del lápiz labial, se revelaban los ojos a su percepción, verdes.


Me encontraba esperando el momento indicado para asumir el control de la representación onírica de la apariencia que había asumido en el plano físico terrestre.
El momento adecuado se presentó cuando te dirigiste la palabra al dueño del rostro bajo cual yo me encontraba para tí aquél día. Tu iniciativa actuó como una tarjeta de acceso para mi persona.
Estaban los auriculares apagados.
En realidad, incluso, antes, mientras nos encontrábamos compartiendo el mismo vagón. La única canción que me importaba a mí en aquella ocasión era el sonido de tu corazón bailando rítmicamente en tu caja torácica, como la caja de música que se encuentra actualmente en su alcoba. Te encontraste con esa dentro de una caja de cartón, por tu persona comprada por el valor equivalente a un dinar tunecino en la moneda local. La compraste de un hombre de rasgos agradables en sus cuarenta, con ojos de petirrojo europeo. Él se acercó respetuosamente a tí con una sonrisa tímida, presentándose.
Hisham te hizo curiosa pregunta y tú le respondiste con lo primero que se te llegó al corazón y mente. El hombre había estado haciendo esta misma pregunta a muchas personas diferentes desde que desembarcó, obteniendo respuestas diversas: algunas groseras, otras predecibles; pocas originales, raras las que advienen de las entrañas del ser. Pero nunca hasta encontrar contigo vino a escuchar la respuesta que el antiguo propietario de la caja de cartón en su poder había dicho ser la llave en la grabación que Hisham recibió de las manos del ejecutor testamentario que le informó de la existencia de un codicilo en formato de audio y de que, Hisham, era el albacea de su tío abuelo, Munir.
Escuchaste la historia que acompañaba a la misteriosa caja de cartón de aspecto dubio, sentada frente a Hisham, en una cafetería. Incluso él te ha mostrado el audio convertido a un formato compatible con el teléfono móvil que le devolviste a Hisham después de escuchar la parte que te tocaba saber.
La caja de cartón había estado guardada en el sótano de la casa del excéntrico tío abuelo del profesor de idiomas divorciado que aún llevaba el anillo de bodas en el dedo, que se había fallecido en el mes septiembre de dos mil diecinueve, en un pueblo tunecino en lo alto de un acantilado de pequeñas dimensiones.
Munir había expresado en su testamento la existencia del codicilo y en este su deseo de que la caja fuera vendida específicamente por Hisham, sin que este ni nadie la abriera, ni una sola vez. Ni una sola alma más que él y el guardián de los deseos póstumos del fallecido debía conocerle el paradero y contenido de la caja de cartón destinada a ser comprada por alguien elegido durante un viaje que debía ser emprendido tan luego cuanto pueda por Hisham junto a Sami, un fénec de aspecto gruñón con alma de Niffler, que viniste a conocer por este estar a acompañar Hisham a todas lados; incluso ustedes sentaron en la área exterior de la cafetería en respeto a Sami, que le miraba a todo desde su casa portátil acomodada en el suelo junto a mesa en el que se encontraban ustedes.
El difunto que muchos creían caduco y económicamente arruinado, a pesar de haber tenido lo que pensaban tratar de suerte y, no una bendición por mérito, de establecerse en un pueblo como Sidi Bou Said, que se hizo popular con el tiempo, le había dejado a Hisham en testamento parte de sus economías — lo suficiente para dar base a la aventura por venir —, y la casa de playa en el que Munir vivió sus días terrenales más felices junto a Sami.
En las especificaciones del codicilo había una cláusula que ordenaba vender la caja de cartón por el equivalente a un dinar tunecino en moneda local y no más. Y el dinero de la venta se entregaría a una persona en necesidad como un símbolo de esperanza y fe. Hisham no debía conservarlo consigo ni utilizarlo en beneficio propio. Entregarlo a alguien de su elección, era la voluntad de su tío abuelo que dejó instrucciones para seguirse cuando dicha persona fuese encontrada por su sobrino nieto.
«Deberás abrirla en su propio domicilio y tratar de estar sola mientras lo hace», le explicó Hisham a ti cuando hiciste el movimiento para abrirla terminado de consumir la bebida que habías elegido.
Compraste la caja de cartón; sin embargo, no lo habría hecho por un valor más alto de lo aceptable. Tampoco lo habría hecho si tu aguda intuición te hubiera alertado de que algo sospechoso estaba pasando. Mente sensata y prudente, era de esperarse que hubieras esbozado en tu pantalla mental la posibilidad de que el propio hombre hubiera sellado la caja y puesto la creatividad a trabajar en su intrigante narrativa. En su interior podría no haber más que baratijas, sino una piedra, o el cráneo de algún animal. Compraste porque sentiste sinceridad emanando de Hisham.
Pero sobre mi aprecio por el sonido de tu corazón. Aunque el concepto de muerte sostenido por muchos eventualmente resulte erróneo; y la vida se les revele vibrando en toda su gloria en otros planos de la existencia, poder escuchar tu corazón latir siempre me conmueve. Quizás esto se deba a que, el último latido para los dos sabe a despedida.

«Eres la clase de chica que encaja en mi mundo.»
Las palabras que escuchaste parecieron disolver el silencio como si este fuera chocolate en la sartén sobre el quemador de la estufa, y la voz, el fuego, calentando el ambiente en un ritmo lento e imperturbable.
No esperabas oírlas. Tampoco esperabas sentirte de repente tímida frente a este individuo que apareciera como que por conjuración. Conjuración es una forma acurada de interpretar lo que estabas viviendo.
No es aconsejable adoptar fuera de la dimensión onírica la apariencia de mi avatar original, el rostro con el que he nacido. De hecho, mi rostro original no ha cambiado desde hace algún tiempo. Y desconozco cuándo cambiará. Yo soy el único de mi pueblo que desconoce su Gran Regreso. Los demás saben cuándo se irán rumbo a la dimensión espiritual. Tienen tiempo para prepararse. Quizás por eso tengo tanta simpatía por los seres de la Tierra, porque su Regreso es tan incierto como el mío.
Pero en cuanto a la apariencia, al igual que no es recomendable revelar la nuestra original, tampoco se considera sensato adoptar la apariencia ajena, de alguien que existe o alguna vez existió en aquel mundo. Al menos en el plano terrestre. Adoptar una apariencia que ya ha ocupado un lugar en el planeta o lo ocupó en el pasado podría desencadenar una serie de eventos en diferentes grados de indeseables. En lo nuestro, estos eventos podrían forzar a tu mente a recordarme a mí y a nuestra historia abruptamente, en el tiempo equivocado; y con eso de tiempo equivocado me refiero a uno que no es el tuyo. Estos eventos en general pueden activar un efecto similar a la infame Ley de Murphy.
Puedes regresar precocemente al plano espiritual terrestre. Sufrir un aneurisma, perder la memoria de por vida, o sus facultades mentales.
De todos modos, es inexistente cualquier impedimento para la eventual aparición de personas con rasgos similares o incluso una apariencia idéntica a la proyectada, y viceversa. En otras palabras, es posible que un día te encuentres con alguien cuyo rasgos externos inconscientemente te recordarán a mi persona, o mejor dicho, una de las que fui para tí, a través de una extraña sensación de familiaridad. Estas personas pueden poseer similitudes conmigo o diferencias, hasta el punto de que tu subconsciente haga comparaciones que tu consciente no se sentirá capaz de traducir de modo satisfactorio. Un recuerdo indistinto de mi persona bajo una de esas apariencias, antes completamente desvanecido, frente a dicha aparición carnal, volverá a la vida, poniendo el anterior a dormir. Nunca puedes retener dos o más al mismo tiempo.

Esperabas tú en aquella ocasión que te preguntara si me hablaste a mí, o a los espíritus quizás. Esperabas que te pidiera que pudieras ser tan amable de repetir lo que me habías dicho. Pero no palabras que sonaran tan declaratorias a tus oídos. No es de extrañar que hayas reaccionado como si hubieras escuchado algo tan profundamente íntimo en el segundo que sigue a las introducciones que tu cerebro tardó a lograr procesarlas debidamente. («Eres la clase de chica que encaja en mi mundo.»)

«¿Perdón?»
Eso fue todo lo que lograste decirme en aquel momento.
Yo, por mi turno, te hablé a ti:
«Mi camiseta. La canción de la portada en mi camiseta. Me ha encantado que te hayas encantado. Mi activismo musical parece haber cumplido su propósito.» La declaración anterior se aclaró con una sonrisa que te resultaba extrañamente familiar. Nació en la comisura de la boca y allí quedó, como un secreto que llegaba a los ojos que lamentablemente no tuviste nuevo acceso. Natural la impresión que te causara, Tú has sido testigo y el motivo de sonrisas similares tantas veces, que se quedó registrado en un rincón de la memoria, aunque te esté este rincón inaccesible por hora.
Cuando tu estadía en el plano terrestre finda y regresas tú al plano espiritual — o mientras encarnada y tu alma realiza sus viajes —; tu persona no logra comportar ningún recuerdo concreto de mí o del lazo que nos une y reúne; solo ecos sensoriales indefinidos que te llegan a los sentidos en desordenados fragmentos a veces, a favor de preservar la integridad física y mental de tus avatares, como también la integridad de tu espíritu.
Cuando te despiertas echando de menos la presencia de alguien que no lleva nombre ni apariencia. Cuando una sonrisa florece en tus labios o una lágrima se sepulta en tu mejilla; cuando un suspiro se desliza de tu boca o tu mirada errante vaga entre la multitud, buscando sin encontrar un rostro. Es el sentido de la memoria en funcionamiento.

Te pareciste un poco decepcionada con la respuesta obtenida. Pero si te preguntara alguien al respecto, no sabría dimensionar una razón. «Oh, por supuesto que sí, obviously.» La escuché decir. Y cuando se te escapó una risa avergonzada, las ganas fueron de arrodillarme a tus rodillas, tomar tus manos pequeñas entre las mías y depositar un beso en la palma de cada una. Decírtelo que la verdad es que tanto el estampado de la camiseta como mis palabras sí que eran una declaración. Que de hecho pensaba y sobre todo te sentía encajando perfectamente en todo mi universo. Pero, en ese escenario en el que estábamos insertos, necesitaba ceñirme al papel designado. Por supuesto que llegué a imaginar cómo habría sido, si lo hubiera hecho. Sin embargo, antes de adoptar otros caminos con consecuencias que deseaba evitar, detuve mi imaginário antes que la consecuencia viniera por ti.
Como si confirmara que había tomado la decisión correcta, las luces parpadearon por un momento o dos. Una de las razones por las que nuestras interacciones en el plano físico suelen ser, por así decirlo, taxativas. Suceden cosas cuando nos tocamos que no soy capaz de evitar. Como cuando la canción que escuchaste en el tren empezó a sonar en tus oídos, una desconocida por tí. No fue intencional. No fue una estrategia para una entrada triunfal.
De todos modos, si soy honesto, ya me quedé satisfecho de haber recibido una invitación onírica a través de una reconstrucción mental, porque esta ha actuado como un puente onírico que crucé para estar contigo de nuevo.
Diferente de otras circunstancias orbitando alrededor mío, de mi presencia en un sueño tuyo, un puente onírico posibilita acceso al contenido soñado como en un sueño común. Y, claro, al igual que un sueño común, el contenido puede desvanecerse total o parcialmente cuando te despiertas. Puede que eso suceda a lo largo del día, o con el paso de los días y las semanas. Horas o minutos. Nunca quedan suficientes detalles. Son los tipos de sueños de los que no puedes llevar un registro físico contigo. En el momento en que lo intenta registrarlos en un cuaderno, aplicativo del teléfono móvil o grabador, los detalles remanescentes huyen como en un fuerte lapso de memoria, nada similar a esos que te hacen pararte en medio de una pieza de la casa preguntándote cuál motivo de estar allí, con una mano sosteniendo la presencia de un objeto aleatorio. El rastro dejado por este género de sueño se borra de la memoria para ofrecer abrigo a un nuevo, sin sobrecargar tu cerebro.

Cerré el libro de poemas pero no lo metí en mi bolso, donde probablemente habría salido en circunstancias más ortodoxas. Lo mantuve conmigo, todavía, cuando me acerqué y me senté a tu lado, con mi cuerpo frente al tuyo, manteniendo preservado tu espacio personal por el tiempo que quieras. Nutría la intención de leerte el poema en el que tus ojos se habían posado y regalarte lo que ocultaba sus páginas. Pero para que eso sucediera se hacía primordial que se siguiera el guión de tu sueño.
Cuando estuve en el plano físico, en aquel tren contigo, a tus ojos me presenté palpable como el libro que llevaba en mano. El libro por cierto, no ha constituido en absoluto un impedimento suficiente fuerte para apartar mi mirada de ti. Incluso si estuviera condenado a la ceguera, aún ciego, podría verte — contemplarte como arte. Sin embargo, el dicho libro era lo único que hubieras podido sentir si lo hubieras intentado tocarme. Como si fuera un producto de tu mente, solo estaba ahí para tus ojos, no manos. Tú me podías ver, pero desafortunadamente, no me podía tocar porque me encontraba presente por proyección astral.
«Me llamo Audrey.»
Me ofreciste tu mano a modo de saludo. Me abstuve de plantar un beso en el dorso de tu mano.
Nos tomamos tiempo para separar nuestras manos que permanecieron por un momento más sosteniéndose entre sí.
«Es un placer conocerte, Audrey. Tu nombre tiene un hermoso significado que te sienta muy bien.» De hecho, tu nombre combina perfectamente contigo. Tu corazón es noble y tu espíritu más fuerte de lo que puedas imaginar frente a las intempéries. Me guardo las palabras, eligiendo traducirlas en una sensación equivalente de menor intensidad, por precaución.
«Muy dulce de tu parte decir eso, gracias». El contacto entre nuestras manos se rompió.
Me hablaste con cordura y pensé que despierta o dormida, siempre está presente la amabilidad con la que te expresas. Una sincera sonrisa acompañó a tu agradecimiento, lo que resultó en una nueva autocensura por parte mía por tenerla admirado por demasiado tiempo como si completara la sonrisa de Mona Lisa.
Ante la comparación parte de una canción emergió de los prados de mi memoria. El recuerdo ayudó a calmar la breve turbulencia onírica. Pero eso no impediría que esta canción encontrara su camino hacia ti fuera de la dimensión de los sueños.

«. . . Do you smile to tempt a lover, Mona Lisa? / Or is this your way to hide a broken heart? / Many dreams have been to your doorstep / They just lie there and they die there . . .»
— Mona Lisa de Nat King Cole.

Estaba yo actuando como un ancla que posibilita que tu barco permanezca en estas aguas, sin navegar hacia el puerto de otro sueño. El velo entre los planos se estrechaba poco a poco. Precisaba encontrar una brecha lo antes posible. Cualquier paso en falso antes de encontrarla podría rasgar ese velo y provocar tu arrebatamiento prematuro.
Una brecha funciona como una especie de Easter Egg que a veces es dejado — olvidado — por tu cerebro durante la construcción de un sueño basado en un evento real. Se hace necesario que yo salga del personaje dictado por tu imaginario lo menos posible en la ausencia de uno.
Todo el vagón pasó a pertenecer solo a nosotros dos con mi llegada. No había nadie más. Ni siquiera un alma. Desafortunadamente, eso no contaba como un Easter Egg onírico. Tenía que estar allí antes de que yo llegara, no aparecer con mi llegada. Necesitaba tener orígenes en tu persona. Algo que se refería a nosotros, nuestro amor, aunque nada te dijera la presencia. Y yo lo estaba buscando.
Bueno, casi nunca tengo éxito en mantener mi trasero totalmente atrelado al personaje en nuestros reencuentros, aunque lo intento. Tiendo a caminar por la cuerda floja en este sentido.
Cuando por fin volaron lejos de tu sonrisa mis ojos, aterrizaron en los tuyos y bailaron de nuevo por tu boca como mariposas en el aire. Mi mirada se ha detenido discretamente en tus hoyuelos en más de una ocasión durante nuestra interacción. Todas las veces que me brindaron su presencia. Fingiste no haber sospechado de que mi persona te estuviera comiendo con los ojos casi hasta el punto de chuparte los huesos. Dada mi postura, creo que estamos de acuerdo que parezco más un trapecista a punto de saltar que un equilibrista sobre una cuerda en las alturas en lo que respecta a mantenerse en el personaje.
«Todavía no me has dicho tu nombre...» La sonrisa tuya sigue presente, pero la dulzura en esta ha adquirido tonos juguetones. Te sientes a gusto en mi presencia.
DARKO. Mi nombre vibraba en la punta de la lengua como una maldición. Llámame por mi nombre.
Un día te confié mi nombre.
Y precisamente por haberlo hecho, no debo volver a hacerlo. No porque haya sido una decisión equivocada hacértelo saber. Permitir que este se deslice entre tus labios, dejar que tú lo mentalices como un encantamiento, sino porque debes tú recordarlo por ti misma, incluso en esta dimensión.
Una cosa es subliminal fragmentos de información para que pueda ser capturada y decodificada por una mente en especial. Otra muy distinta es proporcionar una información en su totalidad a riesgo de que la capacidad de retener y almacenar dicha información cause daños colaterales no sólo para la mente, como también para el cuerpo y el alma de uno. Fragmentos tales como la portada en la camiseta. El tatuaje del apañador de sueños. El diseño del dragón en las zapatillas. El símbolo chino 夢 (mèng).
Con una sincera sonrisa equivalente a la tuya en sus propiedades, la respuesta deslizó de mis labios mientras te miraba a los ojos: «Mi nombre es un regalo, Audrey. Así como encontrar el regalo perfecto requiere paciencia, abrir un regalo requiere lentitud. » Y a continuación uno de los poemas de Khalil Gibran se deslizó por mis labios:

«Yo soy el regalo del amante; / Yo soy la corona de bodas; / Soy el recuerdo de un momento de felicidad; / Soy el último regalo de los vivos a los muertos; / Soy parte de la alegría y parte del dolor ».
— Khalil Gibran
     
 
what is notes.io
 

Notes.io is a web-based application for taking notes. You can take your notes and share with others people. If you like taking long notes, notes.io is designed for you. To date, over 8,000,000,000 notes created and continuing...

With notes.io;

  • * You can take a note from anywhere and any device with internet connection.
  • * You can share the notes in social platforms (YouTube, Facebook, Twitter, instagram etc.).
  • * You can quickly share your contents without website, blog and e-mail.
  • * You don't need to create any Account to share a note. As you wish you can use quick, easy and best shortened notes with sms, websites, e-mail, or messaging services (WhatsApp, iMessage, Telegram, Signal).
  • * Notes.io has fabulous infrastructure design for a short link and allows you to share the note as an easy and understandable link.

Fast: Notes.io is built for speed and performance. You can take a notes quickly and browse your archive.

Easy: Notes.io doesn’t require installation. Just write and share note!

Short: Notes.io’s url just 8 character. You’ll get shorten link of your note when you want to share. (Ex: notes.io/q )

Free: Notes.io works for 12 years and has been free since the day it was started.


You immediately create your first note and start sharing with the ones you wish. If you want to contact us, you can use the following communication channels;


Email: [email protected]

Twitter: http://twitter.com/notesio

Instagram: http://instagram.com/notes.io

Facebook: http://facebook.com/notesio



Regards;
Notes.io Team

     
 
Shortened Note Link
 
 
Looding Image
 
     
 
Long File
 
 

For written notes was greater than 18KB Unable to shorten.

To be smaller than 18KB, please organize your notes, or sign in.