Notes

• XI • II • MMXXII •

«Our eyes meet / I see the universe / Should we check? / If it's really zero gravity? / Your pupils are really pretty / I like hearing your voice / That dress really suits you / Look at me a little bit longer / Send me your scent / Send me to zero gravity / Show me how your hand works / Show up in my dreams . . .»
— Send Me To Galaxy by Taek.
[Pon para tocar la canción: https://youtu.be/hJ7pnCr7AQQ]
Tus brazos abrazaron mi cuerpo como si fueran los anillos de Saturno y yo fuera el afortunado del planeta. Nos miramos de cerca. Mis brazos posados en tu cintura, manteniéndome tan cerca como lo posible sin fundirnos en una Crystal Gem. Pequeñas chispas de energía incandescente parpadeando entre nosotros como pequeñas descargas eléctricas con cada toque, un hormigueo por toda parte. Nuestros labios flotando a centímetros uno del otro, nuestras respiraciones mezcladas. Mis labios rozando los tuyos, degustando un aperitivo. nuestras miradas estaban conectadas todo el tiempo. El momento que se culminaría en nuestro beso y lo que más le podrían escoltar se fue formando como una ola prestes a chocar contra un acantilado. Tus manos viajaron por mi torso desnudo de abajo hacia arriba, sintiendo cada muslo y lo que tu toque me produjo. Sentiste cada toque tuyo como si estuviera encariñarte a mis manos a tu propio ser. Poco a poco, un tatuaje secreto en negro y gris se fue revelando a tu mirada. No era como los que suelo ostentar cuando quiero y para las miradas que quiero, porque tengo aprecio a este arte. El tatuaje que estudiabas tus ojos era un tatuaje que solo un toque específico puede activarle la presencia, como un conjuro. El toque de quien las produjo sin tinta o aguja. Con el alma.
Mientras tus diminutas manos subían por mi torso, dejando un rastro de escalofríos de placer, tu toque ha desbloqueado está tatuaje anímica.
Tu mirada era una mezcla amorosa de fascínio y deseo que me hizo sentir querido, amado, adorado, deseado, validado y aceptado por todo lo que compone quién soy hoy y solo gracias a quien solía ser un día. Por eso suelo prestar mis respetos a mis versiones pasadas que actuaron como un escalera para mi ascensión a una mejor versión mía. El viaje del desarrollo espiritual es largo, todavía la determinación, imparable. Tu toque te ha conferido algunos destellos de lo que le compone a ésta. Un fragmento temporal de nuestra milenaria historia de amor. A cada nuevo tatuaje que en el futuro a nosotros presentarnos, una sensación le escoltará, siempre el aroma a chocolate haciéndose sutilmente presente, como fondo de todos estos momentos nuestros que no te puedes recordar fuera de la dimensión onírica, y no completamente dentro de ésta, donde nos encontrábamos insertos. Construímos nuestro hogar en este inolvidable y desmedido amor. Así, aunque separados jamás nos dejamos.
Posaste tu palma izquierda en el área donde se queda el corazón (y el tatuaje) y te sentiste calentar la piel como si estuviese bajo el sol demasiado tiempo. Por un segundo, te sentiste atravesar las eras y la geografía del planeta hacía algún sitio antiguo, como si yo fuera un máquina del tiempo. Mientras atravesaba imágenes en fracciones de segundo ofrecían destellos intensos del ciclo del día girando a través del campo de visión y entre brumas. Amanecer, anochecer. Luna y sol. Un roble antiguo. Risas infantiles. Un ciervo encariñado por una niña en medio de un bosque. El reflejo de una señora desconocida de sus cincuenta años a mirarte desde las aguas ondulantes de un lago. Una conversación indistinguible, donde sólo una palabra se hacía captar, proferida de una voz anónima: Kalon. Esos géneros de tatuajes tienen su origen en mi propia memoria anímica, despojada de un orden prevaleciente. Acompañan destellos de algo que se desvanece demasiado rápido, pero se sabe eterno y nirvánico a tu percepción, corazón y alma.
Te traigo de vuelta al presente y vengo a desactivar el tatuaje y las sensaciones que puede desencadenar para evitar lo máximo que seas llevada a un nuevo sueño debido a una sobrecarga sensorial. Otro sueño en el que no podré estar, porque solo puedo visitarla mediante invitación. Y la invitación es única para cada sueño.
Nuestras miradas coincidieron una vez más, es en este preciso momento que mis manos se posaron en las laterales de tu hermoso rostro y tus brazos rodearon mi cuello. Mi pulgar se deslizó por el veludo de tu labio inferior. Tu respiración se derramando por entre tus labios entreabiertos mientras acariñabas mi cabello negro del color de la turmalina negra en estado natural, que bajo cierta luminosidad revelan diáfanas rayas esparcidas por su negritud igual que la piedra que llevo conmigo en un anillo. Igual la piedra que percibes en un anillo puesto en tu propio dedo. Una turmalina como ninguna otra. El símbolo de nuestra unión y amor. El símbolo de mi propia existencia.
Nuestro extático, prolongado, húmedo, persuasivo, erótico, apasionado beso, relleno de puro y imensurable amor, transbordando un premiente e implacable deseo por más finalmente ocurre cuando mi boca si ajustó precisamente contra la tuya posterior un roce voluptiosamente lento. Nuestras bocas se reclamaron una a la otra de manera sublime, mi lengua serpenteando por entre tus labios envolviendo la tuya en una caricia lenta y cadenciosa, y aún así intensa, mientras exploramos, jugamos y profundizamos nuestra conexión oralmente, con nuestras cabezas trabajando en perfecta concordancia con el beso, bien como lo hacían las manos por nuestros cuerpos, de modo intuitivamente exploratorio. Nuestros cuerpos en igual medida hicieron lo mismo. La habilidad de hacer muchas pequeñas formas y cosas raras con mi lengua se hizo presente durante nuestro beso. Usamos este peculiar talento para nuestro absoluto éxtasis. Nuestras lenguas — las raíces del corazón, recuerda — danzaron, provocándose y adorando una a la otra mientras nuestros cuerpos seguían el mismo ritmo en su fricción y presión. Mi rodilla moviéndose entre tus piernas, la tela de mis pantalones negros tocando la humedad en tu centro, una vez que no llevaba la parte inferior de tu lanceria, descansando en el bolsillo trasero de mis pantalones. Mi deseo abultado y denso haciéndose descaradamente presente a través de mi indumentaria, desacompañado de cualquier incomodidad o urgencia. Muestro a ti y me muestras a mí a la vez, en forma de nuestro beso lo todo que podemos hacer con nuestras lenguas juntas en completa sincronicidad. Y empezamos ahí a hacer el amor con la boca, con nuestras lenguas representando nuestros cuerpos, un preludio . . . Una promesa . . . Un viaje con destino en sí mismo. Allí tuvimos el primero de nuestros apogeos a través de aquel beso y todo lo que lo orbitaba.
Pequeñas e incontenibles Sonrisas y sonidos de placer se hicieron presentes mientras nos besábamos en la terraza. El sonido de nuestras respiraciones erráticas, cuando dijiste mi nombre después de tenerte la lengua sugestivamente chupada como si fuera un mango maduro por mí, sonó como una hechicera con un encantamiento vibrando y danzando en la punta de la lengua. Y si sonaste a una hechicera, yo fui tu familiar. En los movimientos de nuestras lenguas un ritmo específico yacía incorporado casi como si tradujera una melodía en movimientos durante nuestro beso. Y de hecho, era exactamente lo que estaba sucediendo. Nos estábamos conduciendo todo una danza, una adaptación oral de una canción. Una que nos ha elegido. En nuestro beso confluye lo que sentimos uno por el otro y a la vez todo lo que el otro nos hace sentir. La intensidad de estas microexplosiones recurrentes nos electrifica y enciende hasta el amago de cada capa de nuestros seres. Todo lo que sentimos lo estábamos sintiendo juntos. Eres tú, pero también eres yo. Soy yo, pero igualmente soy tú. Somos uno. Nosotros somos. Las fronteras que no separaban perdieron poco a poco jurisdicción, exactamente como sucedió en aquella noche de luna llena con vistas a Taj Mahal.
Mis labios eventualmente abandonaron los tuyos a contra gusto de ambos. Podría seguir besándote por todas las vidas. Pero mi boca anhela ampliar la satisfacción. Tuya. Mía. Nuestra. Y otras partes de tu cuerpo requieren atención. Como tu cuello, lo cual vengo besar desde abajo de la oreja, mordisqueando y succionando la piel sensible, haciendo lo mismo todo camino de tu cuello hasta el regazo, el valle de los senos y tus senos. Tus hermosos senos parecen haber sido concebidos para acomodarse en la palma de mis manos, en mis labios. Tus uñas clavándose en mi piel, tus gemidos bajos. La forma en que tratabas tú de contenerlos mordiéndote el labio me llegaba enloquecidamente seductora. La punta de mi lengua sobre el pezón de ambos senos, chupando y gentilmente azotando a ambos para no causar discordia entre los gemelos. Aunque no mirase tu rostro con los ojos míos, porque los llevaba deleitándome con tus senos, pude ver con mi mente cada detalle de tu expresión facial, tal como tu persona que, aunque con los ojos cerrados, se mostraba capaz de hacer lo mismo. Posterior a eso mi lengua hizo el contorno de las areolas, raspando suavemente los dientes sobre el área.
Manteniendo tu cuerpo contra una pared calcárea besada por tu espalda desnuda, pero ignorada por tus percepciones centradas en tópicos más importantes. La manera intensa del agarre en mi cabello me lo dijo todo. El detalle que lo estaba disfrutando provocaba una diabólica sonrisa en mi boca cuando te he visto desde mi nuevo ángulo, Un mucho deleitoso que me permitió admirar los senos los cuales he soplado ligeramente. Tomando mi tiempo, al ritmo de tus suspiros y gemidos, usando con mucha destreza los labios y los dientes y la lengua que cada centímetro de tu piel sensible deseaba con vehemencia, el contacto. Mis manos siguieron explorando tu anatomía, mientras tus manos aflojaba el agarre para deslizarse como serpientes por un momento hasta mis hombros y omóplatos, deslizándose hasta mi trasero lo cual vienes apretar con gusto y una sonrisa traviesa. Tus uñas de nuevo marcaron mi cuerpo como patrimonio privado mientras tus reacciones nutren mis acciones.
Apretando tu carne en los lugares correctos y con la fuerza debida, deslicé mis dedos por aquellos cuya presencia ni siquiera imaginabas, entre gemidos y murmullos compartidos, te posiciono sobre mis hombros con facilidad; mi cabeza entre tus piernas, y tus muslos envolvendo mis oídos. Tu perfume natural inebriante, me hizo humedecer los labios con anticipación. Dejando una huella de besos intercalados con los movimientos trazados por mi lengua, tus ojos, perciben por primera vez que ya no estamos en la terraza. Notas que una nueva configuración escénica ha surgido en su lugar. Estábamos aún en Capadocia, pues podíamos ver el paisaje desde la abertura que daba a un balcón. Una hermosa y cómoda cama con dosel yacía posicionada en el centro hacia cuál caminé contigo en mis hombros, para seguir haciéndome poeta y escribirte un poema con mi boca en las líneas de tu cuerpo.
Te acosté con cuidado en la cama. En el momento que tu espalda tocó el colchón tu invertiste nuestras posiciones. La sonrisa malignamente sensual en tus labios me mostró tus intenciones, puesta en práctica por tus dedos que bajaron mis pantalones y con mi asistencia los removieron. Antes que pudieras hacer lo mismo con mi boxer negro para revelar la pretuberancia cuya silueta gruesa y alargada te saluda yo te atrajo hacía mi persona, haciendo con que te sientes en mi rostro, sentiendo la maciez de mi barba y mi respiración. Nuevamente me sentí un astronauta, mientras tus rodillas descansaban alrededor de mi cabeza, con tu Monte de Venus accesible a mí, mi lengua se convierte en bandera con la que vengo reclamar en tu nombre el mundo entre tus piernas, contigo marcando nuestro ritmo, contigo intuitivamente guiándome hacia la dirección de tu glorioso ápice.