Notes

La figura de negro y sus más de doscientos centímetros de altura estaba frente a la mujer, manteniendo inmaculado los espacios personales de ambos. Tenía él unos ojos que exudaban una serenidad imperturbable, ocultos por un par de gafas de sol redondas, se mostraban en ese momento en un raro tono de verde. Pero podrían asumir diferentes tonos de una misma color y distintas colores.

Él la escuchó atentamente, pero no fueron sus palabras las que hicieron que sus pobladas cejas se arquearan ligeramente por la sorpresa. Eran las propiedades que el aura de la mujer emanaba hacia él, flotando a su alrededor, expectante.

¿Debería decir algo o dejar que ella expresara sus pensamientos que, si quisiera, podría averiguar con o sin su consentimiento?

Él sonrió con una de sus sonrisas torcidas, naturalmente deslumbrante, había algo paternal en la forma en que le sonrió a ella, como un hermano mayor lo haría. Se quitó las gafas de sol y las dejó reposar sobre su camisa negra por las templos.

La mujer no sabía este detalle sobre sí misma, pero se encontraba proyectando el corazón de sus esperanzas en la presencia de él. Lo que estaba sintiendo ella no estaba arraigado en él, sino en la ausencia física y la perene presencia de aquel a quien su alma echaba de menos imensueablemente.

— Podría satisfacer este capricho suyo, señorita. Pero no quiero. No sería honorable de mi parte para mí y mi corazón, para mi esposa y su corazón y también para usted y su propio corazón. ¿Hay algo más que pueda hacer por usted, en lugar de eso? Algo más fraternal.