Notes

Los secretos, ya sean sólo que se mantienen verbales o asuman una presencia orgánica o inanimada, como una persona o un objecto, tienden a deslizarse como serpientes, al principio por nuestra mente. Sin embargo, raras son las ocasiones en que se contentan esas serpientes con vagabundear por esos prados. Suelen ellas seren atraídas por el sur, anhelando los horizontes del corazón. Y cuando llegan allí, clavan sus colmillos en el órgano como si fuera éste el fruto prohibido—jugoso y exquisito.

Guardar un secreto requiere guardarse de uno mismo. Debe uno conocer su localización en todo momento, pero deja que se acumule polvo sobre ella hasta que se conviertan en dunas. Luego, solo si es necesario, uno ven a cavar dichas dunas, dejándolas emerger de su conciencia, como la flor de loto emerge de las aguas turbias de un río. Debe uno olvidar que este secreto tiene un nombre, de lo contrario corre el peligro de dejar que se derrame de entre sus labios en un sueño, o incluso despierto. Cuando el secreto tiene sus raíces en lo más profundo de su ser, uno debe hacer todo lo que esté al alcance para mantenerlo consigo hasta la tumba, incluso bajo tortura. Si es uno el elegido guardián de un secreto, se vuelve responsable de su destino y del destino de la fuente de éste.

Se dice que un secreto solo es seguro entre dos o más personas si todos excepto la fuente del secreto están muertos.

Particularmente tiendo a preguntar sobre la necesidad de ocultación. Pienso en los detalles de cada implicación y sobre todo donde está anclado el corazón de mi intención. Suelo a ser el guardián de los secretos de los demás, aunque no busco ese rol, los secretos son atraídos a mi órbita. Confidencias que espantan a quien las percibe deslizándose entre sus propios labios a la luz de otro ser. Por otro lado, los secretos que orbitan alrededor mío o son atesorados por mi, permanecen conmigo. A excepción de mi esposa, que viene a conocer los que llevan sus raíces en mi suelo mientras su cuerpo orgánico duerme plácidamente en su cama y su cuerpo onírico me busca en la dimensión de los sueños, y mi Ancla, pocos conocen los míos.

En realidad, los únicos secretos que llevo conmigo que tienen orígenes en mí son por seguridad y medidas de prevención. Si la necesidad de revelar algo o el deseo en hacerlo se encuentra ausente en mi ser, expreso mi posicionamiento con relación a ese detalle. Cuando el propio nombre debe permanecer en secreto, después de pronunciar una única vez a una alma, uno aprende una o dos cosas sobre el tópico. Aprende sobre los secretos veraces, los imprescindibles. Aquellos capaces de condenar y destruir en lugar de sanar y crear. Después de todo, las almas en este planeta son antiguas, no de la misma manera que mi pueblo, pero antiguas; aún así, difícilmente encontraré un alma nueva para presentarme con el nombre con el cual fui nombrado en mi primer nacimiento. A diferencia del resto de mi pueblo, estoy tan consciente de mi regreso como los terrenales.

Como ustedes, estoy acá en Gaia, en busca de una serie de «Gran Quizá». Los he encontrado en lugares insólitos, compañías improbables y eventos envueltos en serendipia. Al contrario de Rabelais y otros, no poseo la más ínfima intención de esperar una nueva muerte para empezar a buscar todos los «Gran Quizá» que me quedan por abrazar. Una buena razón para que mi nombre de usuario ser un anagrama para «Memento Mori». Un dictum latino cuyo significado literal se centra en un recordatorio: «Recuerda que morirás». Llevo eso grabado en mí.

¿Y usted, me concedería el honor de conocer su respuesta?

Nota: Indubitablemente, lo principal «Gran Quizá» de todos lo he estado abrazando vida tras vida, al lado de ella, mi esposa.