Notes

Era joven, muy joven. No había llegado a los 20 años. Vivía en un pueblo chico, de esos que están llenos de callecitas pintorescas, y gente de bajos recursos.
Podría haber sido feliz, de no haber cometido un error fatal: enamorarse.
Y no sólo enamorarse, sino entregarse a ese hombre que la sedujo.
En aquella época, quedar embarazada sin haberse casado era la deshonra más grande que una familia podía tener. Y su padre se lo hacía sentir cada día de su vida, desde el momento en que se conoció su estado.
Es que cuando le empezó a crecer la panza, ya no pudo ocultar más lo que le estaba pasando. Su vida se transformó en un martirio, pero no tenía escapatoria. No tenía recursos para irse del pueblo, y su familia ya la había condenado por su error.
Cada día que pasaba era más difícil soportar el ambiente tenso en su casa. O tal vez era que el bebé le estaba absorviendo toda su vida. O ambas cosas.
Cuando llegó el momento, llamaron a la partera, según la costumbre de la época, y su padre desapareció como por arte de magia, dejando a las mujeres hacer el trabajo duro. Catalina no quería salir, estaba muy cómoda en ese hueco húmedo que la protegía del mundo. Pero cuando salió, irrumpió a llorar con tanta fuerza, que parecía presentir el futuro de su madre y el suyo propio.
La tremula madre primeriza miró con mucha ternura y lágrimas en los ojos a esa bebé que su abuela se llevaba en brazos, en el mismo instante en que su padre llegó con un vaso diminuto, que ella miró con extrañeza hasta que descubrió lo que era: la tapa de un frasco recién llegado de la farmacia.
Intentó leer la etiqueta de entre las manos de su padre, pero pronto entendió que no era necesario, el líquido seguramente prometía sueño eterno sin dolor.
Necesitó juntar todas las fuerzas que le quedaban después del parto para tomarse de un trago todo el contenido del vasito. Luego cerró los ojos e intentó no pensar.
Es increíble pensar que la pequeña Catalina, que hoy ya tiene 80 y pico, sea la bisabuela más amorosa que conozco, a pesar de no haber conocido el amor de su madre.