Notes

Entrevista
No pensaba venir. Esto no fue idea mía, pero no estoy en desacuerdo. Vine porque creo que tal vez, sólo tal vez, nos podamos entender mejor personalmente. Creo, y siempre creí, que necesitábamos mirarnos a los ojos, para que las miradas dijeran lo que las palabras no podían. Te admiro. Te admiro profundamente, no importa lo que vos digas, te admiro aunque no estés de acuerdo. Te admiro mucho. Sos mi fuente de inspiración, cuando te leo, me dan ganas de escribir. Cuando dejamos de hablarnos, dejé de escribir, pero no porque no quisiera, sino porque no podía. Sentía que me habías robado todas las palabras, las frases, la coherencia, la dulzura. Después, poco a poco, y releyendo textos tuyos, volví a escribir. Algunas cosas que escribí en los primero tiempos fueron tremendas. Necesitaba descargar demasiados sentimientos a los que no estaba acostumbrada. Creo que las últimas cosas que te mandé fueron muy confusas, porque yo estaba muy confundida. Creo que me estalló la cabeza, y decidí dejar de pensar. Por eso decidí dejarte. Pero no era lo que yo quería, yo hubiera querido otra cosa, pero no me salía. Creo que nunca me arrepentí tanto de una despedida. Me encantaría volver a tener algo con vos, pero nunca supe cómo volver a empezar sin sentirme una cobarde. Sin tener que dar explicaciones que ni yo misma tenía. Traté de sobrevivir como pude, y aquí estoy, sobreviviendo al amor. Porque en definitiva, el que me conquistó fue el amor, dejé que sus garras me invadieran, me clavaran la carne y me hicieran gozar al mismo tiempo.
Al principio, cuando me empezaste a publicar me sentí en la gloria. Nunca creí que lo que yo escribía le podía gustar a alguien, que alguien lo considerara arte. Que vos me llames escritora, fue lo mejor que me diste. Y si parecía que yo dudaba de tu palabra cuando me decías que yo tenía talento, era porque nunca había escrito y no sabía ni siquiera cómo hacerlo. No tenía formación ni precedentes. No tenía patrones con los que compararme. Sólo tenía tu palabra, y me costaba aceptarla. Me sentía fascinada por tu personalidad, y por tus palabras. Por eso me dejé llevar. Porque no conocía los límites de lo que estaba haciendo, y me entregué sin excusas.
Te amo desde el alma, te amo de la forma en que aprendí a amarte, con todo y sin reservas.
Cuando corté con vos, me empecé a sentir en paz conmigo misma. Pero sentía el cerebro destruido. Me recompuse como pude, porque tenía que seguir trabajando. Necesitaba el cerebro, así que lo reconstruí. Sin embargo quedaron trozos que no pude ensamblar. El afecto y la admiración que te dediqué, quedaron contigo, es algo que ya no puedo cambiar. Sigo siendo tuya igual que antes, tan tuya como en las madrugadas donde te escribía notas, esas notas que jamás te envié. Esperaba con ansias una respuesta tuya, una caricia para el alma. Empecé a entender lo que era sentirse deseada por alguien deseado. Empecé a sentirme mujer, como nunca antes. Lo sabés porque te lo dije, que vos que descubriste, no sólo como escritora, sino como mujer. Cuando me preguntaste si te besaría, dudé en qué responderte. Realmente no sabía si querría besarte cuando te viera. Ahora ya no lo dudo. Ahora sé que lo haría. Ahora sé que extraño tus besos de miel, esos que nunca llegaste a darme. Sí, los extraño. Extraño a ese hombre dulce que me mandaba besos en bolsas de medio kilo. Todo eso despertaba mi más profundo interés, era como un universo desconocido para mí. Era como tener dieciséis años, y descubrir el amor por primera vez. Era como sentir que no había besado jamás, y tus besos esperaban por mí.
Al principio no entendía lo que vos querías, yo era feliz con sólo chatear con vos. Que vos me tuvieras en cuenta, me elogiaras mis escritos, para mí era como tocar el cielo con las manos. Era un cielo sin nubes, diáfano, transparente y alcanzable. Era cumplir uno de mis mejores sueños. ¿Sabés por qué? Porque siempre te admiré profundamente, te quise realmente, y te amé con locura. Y fue así: te amé con locura. Esa es la palabra exacta. Llegué a creer que estaba loca, que no podía sentir todo eso, y seguir sin embargo con mi vida normal. Nunca nada me pareció tan anormal como mi vida en esos momentos. Todo estaba trastocado para mí. Todo era fuego en mi vida, mi mente volaba de fiebre, te deliraba, te deseaba. Mi cuerpo lo acompañaba. Nunca había sentido ese deseo tan dentro de mí. Tan vivo y tan agónico. Nunca antes me había sacado fotos desnuda, nunca antes había admirado mi cuerpo. Me sentí viva. Bella y poderosa. Con una fuerza extraña, y casi no me reconocía. ¿Esa era yo? ¿Había caído tan bajo? ¿Cómo podía ser? Perdí todas las letras en esa extrañeza. Perdí la compostura y la razón. Con el tiempo descubrí lo que vos me habías dicho, todos esos consejos que no comprendí hasta haberlos meditado mucho. Me hubiera gustado que me tiraras muchos más, pero vos no parecías querer darme. De todas formas, creo que nunca supiste lo importante que fue ese impulso inicial, de las primeras palabras de aliento que me diste, de lo mucho que me animaste, aunque te parecía que yo no apreciara. Fue muy difícil dejar un poco de lado mi formación en ingeniería para incursionar en las artes literarias. Sé que no hice gran cosa, aunque a vos te gustara lo que yo escribía. Creo que soy sólo una principiante, pero en cuanto pueda recomponer mis tiempos, me propongo hacer algo un poco más interesante. Creo que ahora necesito leer un poco más.