Notes

10°, el lugar estaba tan frió, tanto que por un momento me fue imposible dejar de tiritar, hasta el momento de posar mis ojos sobre la figura de mis sueños, el ángel que siempre soñé tener bajo mi cuerpo, observándome; su expresión de ternura y cierto temor no hacían más que aumentar mi morbo, el que alimentaba bastante bien con su innato erotismo. Sabía el estado en el cual me encontraba, y ella no escatimaba en provocarme con aquella piel tan blanca que rozaba entre sus propios dedos hasta llevarlos a sus labios, el índice sobre el inferior rojizo que me llamaban a probar como todo en ella. El jugueteo me estaba volviendo loco y yo no podía más que observar embobado su accionar; aclaré mi garganta seca como pude antes de acercarme a ella decidido en probar de aquellos labios tan tentadores. Tomándolos nos envolvimos en un abrazo, sentía el delgado cuerpo de mi amada bajo el mío, tan frágil, mientras me hundía en su boca de ensueño, rozando de ambos en un beso que desee hacer infinito, me besaba como si no quisiera otra cosa en el mundo, o al menos eso me hacía sentir cuando era tomado por ella, abriendo de más la boca en momentos, para encontrarme con el néctar de su boca húmeda, aquel líquido cálido que combinaba con el mío deseoso por tener más de ella, sintiendo como mi apetito sexual crecía tras cada jugueteo y lamida que rozaba en mi interior, realmente queriendo llegar hasta el fondo de todas las formas posibles. Sus labios se separaron unos instantes, nuestros pechos agitados sonaban y fue allí cuando pude escuchar de la voz que en un gemido me dejó completamente enloquecido. Sin aguantar un instante más, baje por el largo de su cuello en besos, sus dedos en bruscos rasguños me hacían saber que gustaba de ellos, pero no eran suficiente para mi, por lo que bajando hasta sus delicados y apetitosos pezones, introduje uno de ellos sin más en mi boca, humedeciendo de el, succionando con fuerza el ahora erecto rozante en mi lengua, mientras que en habilidosos movimientos de mis dedos la estimulaba, mojándose a causa mía. Busque con mi mirada la suya, tenía aquel inigualable sonrojo en sus mejillas y en su mirada se pintaba aquella excitación incontrolable. Mi cuerpo reaccionando delante del suyo, mis labios deleitándose aún con ella provocando una mordida en su pezón, dejando por fin salir lo que tanto deseaba escuchar, los gemidos más descontrolados que aquella dulce voz pudieron emitir.