Notes

Había una vez un hombre llamado Carlos que era profesor en una escuela secundaria. Él amaba enseñar y se dedicaba a ayudar a sus estudiantes a aprender y crecer.

Un día, un estudiante nuevo llegó a la clase de Carlos. Su nombre era Pedro y venía de un país lejano. Pedro no hablaba bien el idioma y tenía dificultades para entender las lecciones.

Carlos se dio cuenta de que Pedro necesitaba ayuda y decidió dedicar tiempo extra para ayudarlo. Después de la escuela, Carlos se quedaba con Pedro para darle clases particulares. Él le enseñaba el idioma y le explicaba las lecciones de una manera que Pedro pudiera entender.

Poco a poco, Pedro comenzó a mejorar. Él aprendió el idioma rápidamente y empezó a seguir el ritmo de la clase. Carlos estaba orgulloso de él y feliz de haber podido ayudarlo.

Pero Carlos no se detuvo allí. Él sabía que había otros estudiantes en la escuela que también necesitaban ayuda. Así que comenzó a ofrecer clases particulares después de la escuela para cualquier estudiante que quisiera asistir.

Las clases de Carlos se volvieron muy populares y muchos estudiantes comenzaron a asistir. Carlos les enseñaba con paciencia y dedicación, y pronto muchos de ellos comenzaron a mejorar en sus estudios.

Carlos se dio cuenta de que había encontrado su verdadera pasión: enseñar al que no sabe. Él continuó ofreciendo clases particulares y ayudando a sus estudiantes a aprender y crecer.

Años más tarde, cuando Carlos se retiró, muchos de sus ex alumnos vinieron a despedirse de él. Ellos le agradecieron por haberles ayudado y le dijeron que nunca olvidarían lo que había hecho por ellos.

Carlos se dio cuenta de que había dejado un legado duradero en la vida de sus estudiantes. Él había enseñado al que no sabía y había cambiado sus vidas para siempre.