Notes

"¿Estás segura?"
"Sí."
"No tenemos que hacerlo, existen otras formas para que ustedes puedan tener un bebé. ¿Tú novia te lo ha permitido?"
"No lo sabe."
"¿Y qué vas a decirle, qué te embarazaste por arte de magia?"
"¿Eso significa que lo haremos?"

Estábamos sentados frente a una chimenea sobre unos cómodos cojines. Era de noche, la habitación era iluminada por la luz de la luna y el fuego frente a nosotros. En aquel lugar se llevó a cabo tal conversación que escribí al despertar antes que se esfumase por completo de mi memoria. Mis piernas permanecían unidas inclinadas en dirección hacia tu cuerpo, acerqué una de mis manos dejándola cerca de una de tus piernas, deslizándose por la tela de los cojines de terciopelo esperando que una de tus manos le sostuviera. Mi mirada seguía el camino trazado por mi mano desviando la mirada para observar la tuya. Captaste la señal, la sostuviste. Sostuviste mi mano con la calidez de la tuya, acariciarte la mía con tu pulgar. Permanecimos en silencio por un momento antes de que nuestras miradas por fin, se encontraran. Mi boca se entreabrió para decir algo pero, no dije nada. La mano libre viajó hasta una de mis mejillas y me acarició tiernamente mientras tu mirada me transmitía la misma ternura. Mis ojos se cerraron viéndome inmersa en la sensación. Mis mejillas usualmente sonrojadas. Un suspiro escapó de tus labios. Me llamaste "Princesa" y respondí "Padre..." tu rostro se aproximó al mío, aún sostenías mi mejilla. Nuestra frecuencia cardíaca aumentó en expectación por la anticipación de un futuro beso. Nuestros labios se aproximaron pero aún no se tocaban, la distancia era mínima. Nuestros alientos se rozaba entre sí. Mis ojos observaban a nuestros labios al igual que los tuyos. Una de mis manos reposo sobre tu pecho y pude sentir como tus latidos aumentaban todavía más. No me besabas y yo tampoco me animaba a hacerlo, pero fui quien se acercó aun más provocando que ambos se tocasen enviando reacciones eléctricas por todo mi cuerpo. Mencionaste que no podíamos volver a hacerlo. La conversación pareció indicar que no solo nos habíamos besado antes, si no que había entregado mi virginidad a ti hace algunos años. Mi frente descanso sobre la tuya al escucharte y asentí con un pequeño puchero, me separé de tu rostro y me levanté. En el momento en que te dí la espalda, tu mano sostuvo mi brazo para detenerme. Me voltié algo confundida. Tus manos sostuvieron ambas mejillas mías y me besaste con intensidad, intensidad a la que correspondí de forma famélica. Me llevaste hasta el rincón de una pared, alzandome y acorraladome contra ésta. Mis piernas rodeaban tus caderas mientras succionabas mi lengua y me hacías gemir suavemente. Nuestras bocas se separaron por un instante para recuperar el aliento, nos observamos agitados. Tu mirada me transmitía seguridad, confianza, ternura, adoración,amor y lujuria al mismo tiempo. Nos conduciste hasta los cojines de terciopelo, te sentaste conmigo en tu regazo. Mencioné que no podía olvidarte, que estaba perdidamente enamorada de ti. Asentiste como en señal de que ya lo sabías y volviste a besarme esta vez con algo más de amorosa calma mientras acariciabas mi cintura. Susurraste que te sentías de la misma forma en medio del beso que poco a poco fue aumentando. Comencé a rozarme contra tú creciente erección. Jadeamos al mismo tiempo. Nos separamos para que pudieras deshacerte de mi vestido. Admiraste mi cuerpo, tus dedos estimularon los pezones de mis tetitas. Besaste mi mejilla amorosamente hasta llegar a mi oído y susurrar lo preciosa que era, lo mucho que me querías y que ibas a cuidar de mí. Tus besos retrocedieron recorriendo el mismo camino hasta mi cuello bajando hasta mis senos ya hinchados que humedeciste con tus besos de adoración. Mis gemidos suaves inundaban la silenciosa habitación.

Salto temporal. Nos encontrábamos completamente desnudos haciendo el amor, permanecimos en la misma posición. Tu sentado y yo encima de ti, sostenias con firmeza mis caderas que se movían lentamente en círculos. Nos besabamos a pesar de mis suaves y sonoros gemidos en combinación con tus jadeos. De pronto estaba brincando con tu ayuda sobre ti mientras gemía "Papi" en cada brinco que realizaba sobre tu miembro. Los sonidos de nuestros fluidos y gemidos inundaban cada vez más la habitación.