Notes

Mis manos frente a la altura de mis muslos permanecen unidas con sus dedos jugueteando entre sí mientras nuestras miradas nutren el contacto de forma recíproca. Mis mejillas comienzan a adquirir un tono carmesí incluso más fuerte en el momento en que tu vista se posa sobre la geografía de mi cuerpo, en mi pecho repercutió el aumento del ritmo cardíaco de tu corazón siendo capaz de sentir con exactitud lo mismo que te encontrabas sintiendo. El manantial de emociones me inunda del más maravilloso y puro manto de profunda adoración bañandome en un oleaje bendito.

Mis ojos vuelven a cerrarse cuando una de tus manos se extiende capturando en su calidez la suavidad de mi mejilla derecha, en respuesta mi rostro se frotó con suavidad sobre tu palma tal como una cariñosa felina vendría a hacerlo. Pronto tus labios se depositaron sobre los míos en un amoroso beso que correspondí con algo de urgencia pero manteniendo la calma para disfrutar y saborear la divina sensación del encuentro entre nuestras bocas. Al separarnos levemente ante el comienzo de tu expedición, vengo a relamer mis labios con mi lengua degustando el sabor de tu beso mientras observo como bajas por mi cuerpo. Mis manos se enredan entre tus cabellos acariciando tu cuero cabelludo mientras tus manos sostienen mi cintura. Mi cuerpo y la expresión de mi rostro se estremecen cuando tus labios plantan de forma reverenciosa un beso en cada uno de mis pequeños pezones que se endurecen instantaneamente ante la húmeda cálida de tu boca, una combinación de un suave y delicado gemido en compañía de una risita coqueta escapa de mis labios. Permanezco sonriendo y esta sonrisa se amplia cuando depositas dos besitos en mi estómago brindando honor a nuestros gemelos.

Cuando de forma ágil vienes a alzarme del suelo, de forma instintiva vengo a rodear tus caderas con mis piernas aferrandome como un bebé koala lo haría. Te abracé con ternura mientras la punta de mi nariz rozaba amorosamente una de tus mejillas al mismo tiempo que nos dirigías hacia la piscina climatizada. Al nuestros cuerpos estar presionados, de vez en cuando, una pequeña risita escapa de mis labios ante las cosquillas que esto producía el roce de mis senos contra tu pecho. —¿Serás mi Salvavidas, Daddy? —Susurré delicadamente en tu oído depositando un pequeño beso sobre el lóbulo de tu oreja.