— Será un muy buen día .— Afirmó Hayley al tiempo que se colocaba frente al espejo para poder acomodar su uniforme del trabajo; se trataba de una camisa manga larga color blanca, su saco negro, pantalón y corbata en la misma tonalidad. Su barba era su mejor encanto, un candado completamente hecho en conjunto de unos ojos color avellana, ¿qué chica no podría enamorarse de ello? De cualquier forma no le importaba, ella estaba enamorada de un chico precioso, perfecto, y demás. Le encantaba verlo con aquellos vestidos cortos donde poco quedaba a su imaginación, y ni hablar de sus labios, ¡eran una tentación en la oficina! Pero debía contenerse, sí, pero no por mucho tiempo; el día había llegado, había hecho una reservación en un restaurante de comida italiana, la preferida de él, por fin le pediría que fuera su novio. Dejando las fantasías e imágenes divertidas de lado optó por salir de casa, claramente había dejado un desorden impresionante, sólo esperaba que luego de la cita él no quisiera ir a su casa porque de ser así, vaya vergüenza que pasaría. Salió de casa y subió en su auto, un impala del año mil novecientos sesenta y siete, era en definitiva su primer amor, le cuidaba como a nadie pero de alguna forma tendría que abrir espacio en su corazón para aquel chico que tanto amaba; una vez en el trabajo no dejó de pensar en la forma correcta de como pedirle que fuera su novio, no era primerizo en el tema pero, ¡por Dios! Algo había hecho ese chico en su vida, estaba enamorada por vez primera y algo, muy en su interior, le decía que lo quería como para padre de sus hijos, anhelaba ver su vientre mientras corría de un lado a otro para poder consentir cada uno de sus antojos, eran planes perfectos debía confesar. Las horas avanzaban demasiado rápido, tanto que un abrir y cerrar de ojos ya el reloj marcaba las cuatro de la tarde en punto; debía salir de ahí para comprar una docena de rosas para su chico y así, ir a su encuentro. Rosas y un pequeño globo con la frase más chiclé del mundo le acompañaba; cuatro con treinta y ella ya estaba esperando a su chico en el su lugar de trabajo. — Te ves demasiado precioso .— Susurró Hayley al tiempo que le hacía entrega de aquellos presentes; no dudó y le tomó de las caderas mientras que un pequeño movimiento le instó a dar pasos al nivel contrario de sus talones para así, estar él pegado al auto y ella rodeándole; pequeños besos en su cuello dejaba, él se romovía y reía por lo bajo, ¡ningún chico se resistía a eso! Luego de una tortura de segundos le dejó en paz y así abrió la puerta para que él pudiera adentrarse en el auto, justo en el lado del copiloto. Una vez ahí emprendió camino hacía el restaurante, no estaba demasiado lejos, pero si lo suficiente como para que ella pudiera hacer cuestiones un tanto introductoras con respecto a lo que planeaba; como toda pareja de enamorados aprovechaba los segundos en que aquellos semáforos se encontraban en color rojo para poder depositar pequeños y suaves besos en sus mejillas mientras su zurda, sin pudor, acariciaba la piel que se podía ver gracias a una falda sumamente corta; perfecta para ella. — Primero los caballeros .— Dijo Hayley extendiendo su diestra para ayudar al chico a salir del auto. Así, tomados de la mano emprendieron camino hasta la mesa que con anterioridad ella había reservado. Las miradas siempre iban hacía él, su chico, no podía negar que le daban celos pero confiaba plenamente en el amor que él decía tenerle, después de todo, luego de esa noche, esperaba él aceptara ser su novio. Una ensalada de entrada, paninis como plato fuerte y un pequeño pastel de limón fueron los acompañantes idóneos para una cita de altura, una perfecta. De momento las luces se apagaron, ¡sorpresa! Todas perdieron su luz menos la de ellos. — Hayley... ¿Tú tienes algo que ver con esto? .— Su voz era nerviosa, se le veían las dudas con respecto a sus planes hasta por encima de los poros. — André, mi amor, no tienes idea... No, no tienes ni la mínima idea de todo lo que esperado por éste momento; quizá sea bobo hacerlo de esta manera, pero créeme, tú lo vales. Me enamoré de ti, de una forma loca, pero mírame, amor, en serio, tú y tus locuras de hombre, esas faldas cortas, escotes grandes, ¡yo sé que eran para mi! ¿O vas a mentirme? .— Hayley río de forma divertida, no cabía duda que pese a la situación quería ponerle un poco de su gracia. — Lo que quiero decir André, es que me enamoré de ti .— Hayley estaba nerviosa, pero aún así se acercó hasta él y se colocó sobre sus rodillas, y así tomó la mano de su amado. Un pequeño beso dejó y de nuevo su mirada viajó hasta los preciosos ojos del chico, eran enormes, algo así como dos canicas verdes, eso la había cautivado. — André, ¿aceptarías ser mi novio? .— Él no pudo negarse y sin dudar asintió, ella se colocó en pie y le instó a que él le siguiera; por fin pudo besarle a los labios con la completa convicción que su amor era correspondido, y que luego de tanta espera él había aceptado ser su pareja. La noche por fin había iniciado para ellos, y no era para menos, un beso llevó a otro y así, en cuestión de segundos ambos yacían en el auto con un aire diferente, uno de dos personas que se deseaban de forma carnal. Vaya manera de iniciar una relación, Hayley y André se amaban, eso era lo que importaba.
