Notes

Una brisa cálida se cuela por la ventana de tu dormitorio y hace ondear las cortinas. Tu pequeño cuerpo emite un melodioso, corto y bajo gemido que viene a conjurar una sonrisa de media luna que se queda a jugar en la comisura de mis labios mientras mi galáctica mirada te contempla acostada de lado abrazada a uno de tus peluches. Te habías quedado dormida mientras esperabas mi llegada.

De pie junto a la cama me encontraba, el torso desnudo parcialmente iluminado por la única fuente de luz en la alcoba que te brindaba protección contra la oscuridad. La parte inferior de mi cuerpo está cubierta por un Sirwal negro, pantalones originario de Persia, holgados con una entrepierna ancha y baja que llega hasta la región de la rodilla. Aparte de esta única prenda, estaba completamente desnudo; incluso mis pies se veían descalzos.

Te veías adornada con el abrazo de la luz de la luna. Tu piel resplandecía, brillando con los rayos lunares que caían en cascada a través de la ventana, acariciando cada curva y contorno de tu cuerpo. Observaba, hipnotizado, mientras tu persona yacía allí en un sueño pacífico, tu pecho subía y bajaba con cada respiración. Ansiaba tocarte, sentir el calor de tu piel contra mi mano, saborear su textura, sentir el aroma que desprendía. Incapaz de detenerme más, me uno a tí debajo de la manta. La parte frontal de mi cuerpo se adapta perfectamente a la parte trasera del tuyo, mis brazos te acogen todavía dormida entre ellos. Siento tus suaves movimientos mientras te acomodas de forma orgánica a través del velo de manera sueño en mi abrazo. Contengo un gemido bajo cuando tu trasero se acomoda contra mi polla que libre bajo la tela de los pantalones reacciona a este acto endureciendo entre tus nalgas, mientras mis labios empiezan a depositar suaves besos en cada parte desnuda de tu piel. Primero el hombro, luego muevo mis labios a lo largo del cuello hasta la piel debajo de la oreja la cuál vengo a acariciar el lóbulo con mi lengua antes de acomodarlo en el interior de mi boca por un instante y succionar. Permito que mi aliento venga a bailar contra tu piel mientras dulces palabras de mi parte son pronunciadas en susurros que se mezclaban con un suave gemido tuyo. Percibo que tus ojos se abren por un breve momento, noto que todavía te encuentras entre dos mundos. Sin embargo, mientras mi boca sigue deslizándose por tu piel, distribuye pequeños besos, suaves mordidas y lamidas, calmadamente entregue a su labor y una de mis manos emprende un rítmico masaje en uno de tus tetitas, no dejo de sonreír, mis ojos vertiendo amor y adoración por tí, aún más al mis ojos se posar en una de tus nuevas sonrisas, una sonrisa más despierta que viene a unirse a la mía cuando nuestros labios se reúnen en un beso que prendió fuego a su cuerpo. Nuestras lenguas se reúnen, bailando juntas en un abrazo repleto de erotismo mientras vengo a profundizar el beso, explorando cada centímetro de tu boca mientras mis manos sobre tu cuerpo, sienten sus curvas y contornos bajo las yemas de sus dedos mientras te exploro de la manera más íntima.

[...]

Cuando la luna se elevó en el cielo nocturno, su luz plateada proyectó suaves sombras sobre la cálida arena.

La decoración interior de la tienda era simple pero elegante, con coloridas telas de seda y cojines sobre una suave alfombra a un lado. Las paredes de la tienda estaban adornadas con intrincados patrones hechos de telas vibrantes cosidas a mano. Los patrones representaban imágenes de una luna llena y el sol. Rodeados por las estrellas, ambos entregues a un abrazo íntimo pero parcial de un eclipse. En medio a la tienda había una pequeña mesa con una vela encendida en el centro, guardada en el corazón de una linterna. La llama de la vela bailaba y parpadea, emitiendo un cálido resplandor que iluminaba la tienda junto a otras velas distribuídas estratégicamente por el espacio. Rodeando la mesa varios cojines de felpa en varios tonos de colores a tu gusto, bordados con delicados estampados que hacían juego con los de las paredes. Una gruesa alfombra tejida a mano en cálidos tonos tierra cubría la arena debajo de la mesa, brindando un espacio suave y cómodo para que nos viniéramos a sentarnos y disfrutar de la compañía mutua durante uno de nuestros descansos Sobre la mesa colgaba un pequeño candelabro que vendría a proyectar una luz cálida y radiante sobre nosotros cuándo ahí nos viniéramos sentar.

A cierta distancia de la mesa había una cama con dosel. Cubierta con sábanas de seda ligeras y onduladas que atrapan la suave y gentil brisa del desierto cuando pasa esta por la entrada de la tienda. El dosel está hecho de un material delgado y diáfano que brilla a la cálida luz de las velas. La cama en sí es un marco de madera resistente, adornado con tallas intrincadas. Las almohadas y las mantas suaves se extienden sobre el colchón, dónde nos vemos acostados, entrelazados. Entregues.

El calor del desierto afuera era un mero ruido de fondo con el ambiente pacífico de la tienda. De vez en cuando, se escuchaba el suave murmullo del viento al pasar entre las dunas de arena, junto con el ulular ocasional de un búho. Rodeado por extensiones interminables de dunas de arena, el desierto era un lugar de belleza tranquila y contemplativa. Las estrellas brillaban arriba, bañadas por la suave luz de la luna. Cada luz parpadeante proveniente de los astros parecía llenar el aire con una energía calmante. El aire seco hacía que la brisa se sintiera ligera y vigorizante. El olor a sándalo e incienso se extendía por la decoración de la tienda. Juntos, la tienda tan conocida por tí y los alrededores del desierto confieren una atmósfera cabalística al escenario que por sí mismo ofrecía una experiencia sublime.