Notes

Nosotros y nuestros gemelos:

A medida que el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, arrojando un cálido resplandor dorado sobre la playa, te admiraba como la diosa que eres: con eterna devoción. Una vez más atrapado en el acto de mi contemplación te sonreí, lleno hasta el borde de felicidad. La arena bañada por el sol estaba tibia y el aire salado del mar llevaba la dulce melodía que llegaba hasta nosotros desde una pequeña radio. Nuestros gemelos se reían de alegría mientras jugaban entre sí. Los observé con diversión derribar el castillo de arena con sus diminutas manos. Te encontrabas sentada a mi frente, tus ojos brillaban de la más pura alegría. Intercambiamos una mirada llena de ternura. Tomé tu pequeña mano entre las mías y la atraje hacia mi rostro. La suavidad y la calidez que emanaba de tu piel bajo la atención de mis labios me conjuró una sonrisa mientras plantaba sobre el dorso de tu manita un beso. El sol se hundió más bajo en el horizonte. Las risas de nuestros gemelos llenaron el aire. Les besé las frentes de nuestros hijos. A continuación, me incliné y besé tus labios amorosamente, sintiendo la oleada de afecto y gratitud que llenaba mi corazón.

Nosotros dos:

El sueño comienza conmigo visitando a una amiga, que se siente como una hermana mía. Hablo de ti con ella. O mejor dicho, sé que es de ti de quien hablo cuando le digo que conocí a la mujer de mi vida. Siento la alegría de ella frente a la noticia. Me doy cuenta de que en el sueño te presentaste como si fueras mayor de lo que eras, porque le hablo a esa amiga que te volví a ver en una exposición a la que vine a asistir por invitación de la persona responsable de la publicación de mi libro—yo era escritor. Resulta que la hija de esa persona, la fotógrafa que había tomado todas aquellas hermosas fotografías, eras tú.

En el momento en que le digo esto a ella, soy catapultado a ese momento entre nosotros dos donde nos encontramos en un ático. Estamos desnudos, el dormitorio abrazado por las sombras de la lujuria, guardianas de los secretos que atestiguan las sábanas. La única fuente de luz proviene del exterior.

«Mi turno, Daddy.» Inviertes nuestras posiciones. Tus labios desencadenan miles de micro-explosiones de deseo y deleite en mi piel mientras me besan. Tu ojos están encendidos con pasión. Mi respiración se queda atrapada en mi garganta cuando siento tu toque en mi erección. Puedo sentir mi pulso acelerado, y mi corazón comienza a latir con fuerza en mi pecho, mientras tu toque envía un escalofrío por mi columna. Tus labios se mueven sobre mi glande, y centímetro a centímetro me vas acogiendo y cada nervio de mi cuerpo parece estar en llamas. Puedo sentir tu lengua provocándome, y los sonidos de placer se me escapan cuando me tomas un poco más profundo. La sensación de tu boca a mi alrededor abruma mis sentidos, y siento una oleada de hambre de tí invadir mi ser. Mientras tu diminuta mano se mueve arriba y abajo de mi polla, me pierdo en las sensaciones. Cada toque y cada caricia se magnifica, enviando ondas de arrobamiento que irradian a través de mi cuerpo. Siento que mi respiración se vuelve profunda y entrecortada, mientras sucumbo a las sensaciones. A medida que continúas, tus movimientos se vuelven más urgentes y puedo sentir cómo aumenta la intensidad paulatinamente. Las oleadas se vuelven más poderosas y siento que me acerco al borde de un éxtasis que busco dominar lo más que pueda. Siento una ráfaga de calor inundar mi cuerpo mientras los suaves y carnosos labios tuyos envuelven mi miembro, tu lengua y tus labios se movían en perfecta armonía. La intimidad de este momento siempre me deja sin aliento mientras me acaricias con tu lengua, trazando círculos alrededor de la cabeza de Dragonite. Tu mano abraza firmemente la base, bombeando suavemente mientras me tomas más profundamente en el cálido capullo de tu boca. Puedo sentir la tensión construyéndose en mi interior mientras tú me acoges, alternando entre chupar y lamer. La sensación de tu boca sobre mí conjura mundos de placer incandescente a través de cada átomo. A medida que la presión aumenta, siento que tu boca se aprieta a mi alrededor y mi cuerpo responde. La liberación es estremecedora mientras me dejo ir. Mi rindo a la intensidad del momento, ofreciendo cada gota de mi goce a ti mientras las yemas de mis dedos masajea tu cuero cabelludo tiernamente. Tu lengua captura el rastro de mi leche en la comisura de tu boca. Me miras dulce e inocentemente, mientras acaricias tu mejilla contra mi longitud. Tu rostro es lo último que recuerdo.