Notes

Me encontraba inmerso en una lectura mientras esperaba tu regreso.Nuestra conexión sensorial había sido interrumpida por mí, para darte privacidad. Así que desconocía nada de lo que estaba pasando entre las paredes de la casa de baño. Sabía que se había ido a ducharse, pero no me permití pensar en tu persona. No cuando orbitaba alrededor de tu cuerpo desnudo ya solo unos pasos de dónde me encontraba. Me concentré en las páginas sobre las que reposaba mi mirada galáctica.

En el momento en que estuviste presente en la estancia, fui capaz de oler tu piel e identificar los múltiples aromas pegados a ella. Cada uno combinado con el frescor y el olor esencial emanado por tu piel, me llegaban balsámicos y tonificantes a la vez con solo olerlos desde la distancia. Sin embargo, solo continué mi lectura, permitiéndote acercarse a mí.

Sentí cuando un mechón divergente de tu cabello se destacó de los demás, tocando mi cuello, provocando un escalofrío placentero que me recorrió el cuello y el cuero cabelludo. Puedo sentir escalofríos en mi cabeza. Suele presentarse en contextos espirituales, sin embargo, ese era un contexto sólidamente carnal. No en un sentido sexual. Me había comprometido a tener el control por ambos y eso es lo que estaba tratando de hacer. Todo mi cuerpo recibiera el estímulo de tu presencia, pero cada estímulo fue bloqueado en el momento exacto en que se acercaron demasiado a un Dragonite, ligeramente dormido.

Tu cercanía junto con tu hablar y la forma en que me dejaste un pequeño beso acompañado de un pequeño mordisco en la oreja, hizo que una de las comisuras de mi boca se levantara más que la otra, formando una de mis sonrisas torcidas de media luna, que se presentaba uns combinación de ternura y picardía.
Recordé las palabras escritas por Rumi cuando sujeté tu mano con la mía y me dejé guiar por tu persona. («Déjate atraer en silencio por el extraño tirón de lo que realmente amas. No te llevará por mal camino.») Con nuestros dedos entrelazados, me permití ejercer una lenta y ritmica caricia en tu pulgar que se interrumpió cuando adentramos.

Por alguna razón, he estado guardando silencio. Tal vez, para evitar que mi voz despierte a Dragonite.

Asentí cuando me pediste mi consentimiento, te informando intuitivamente sobre haberlo obtenido. Tus pies de puntillas era una vista demasiado adorable. Cuando tus labios se moldearon a los míos, cerré mis ojos y te devolví amorosamente el beso chupando ligeramente tus labios antes de permitir que se alejaran de la jurisdicción de los míos. Una sonrisa perpetua en mis ojos bailaba. Mis labios habían escondido una sonrisa en la comisura de mi boca, como un secreto que se niega a salir a la luz, por rebeldía. Mi boca quería reclamar la tuya y me contuve, abortando la influencia de ésta sobre mis brazos que ahora estaba terminando de quitarse la camisa. Sentí mientras me desvestías. La proximidad de tu mano tan cerca de mi piel, el calor que emanaba de ella, hizo que cerrara los ojos por un instante mientras me desvestias. Concentrándome en mi respiración y en la sensación de ser tiernamente despojado de mis ropas por ti con mi auxilio. El sonrojo familiar en tus mejillas me hizo venir a acariciarla con el dorso de mi mano que se dejaron bajarse, esperando el momento de venir a auxiliarte en tu mission.

Con mis pantalones y boxers quitados, mi polla se despertó con la sensación de libertad. Cada uno de los barrotes de la jaula estaba roto. Me alivió que cerraras los ojos con tus manitas, porque quería mantener la ternura del momento por todo el tiempo que pudiera mantener, por eso no he tejido comentário sobre la bata que cubría tu desnudez o lo sexy que estaba tu cabello.

Cuando me dejé envolver por las aguas del baño que me preparaste, me sentí atrapado en un hechizo de purificación: física, emocional, espiritual y mental, mis ojos se cerraron instantáneamente y me entregué por completo al masaje y caricias de mi cabello, ejecutados por las yemas de tus dedos y las palmas. Serenidad se unió a mí, el júbilo haciéndole compañía.

Mi voto temporal de silencio fue entonces roto por un suspiro bajo junto a un gruñido empapado de lo más exquisito placer.