Notes

Mi mirada galáctica viene sorber la devoción vertida por tus ojos, devolviendo un cóctel compuesto por una devoción gemela a la tuya acompañada del amor incondicional sempiternal profesada por mi alma y el perpetuo deseo despierto por tí permeado por comprensión y ternura. Una sonrisa completa, con los dientes ocultos, se perfila en mis labios ante el nuevo tono adquirido por el rubor de tu rostro escoltado por la timidez que te incita a desviar la mirada de la mía.

Tu bajo jadeo hizo que mi corazón diera un vuelco. Esa simple reacción de tu parte envió una pequeña descarga eléctrica que incidió por la columna desde la parte posterior del cuello, extendiéndose gradualmente por todo mi cuerpo como un veneno, cuyo antídoto consiste en tocarte. Los dedos que todavía estaban envueltos alrededor de tu otra muñeca vino a disminuir la distancia entre nuestros cuerpos atrayendo tu petit cuerpo hacia la solidez del mío, liberando tu muñeca cuya mano pasa a descansar en mi pecho mientras que la mía, posa en la parte baja de tu espalda.

Con la mano que sujeta tu muñeca vengo a acariciar el interior de esta con la suavidad de mi barba espesa y bien cuidada, que recorre la piel desde la parte interior del antebrazo hasta el comienzo del brazo, donde la barba ven a ceder poder de acción a mis labios que pasan a besar despacio la parte exterior de tu brazo hasta el hombro. Liberado tu brazo, envuelvo ambos los míos alrededor de tu cuerpo después de que una de mis manos me brinda acceso a tu cuello, apartando tu cabello. Mis labios rozan la piel de esa zona, mi aliento acaricia la región entre los pequeños besos ahí plantados y entre caricias que hace la punta de mi nariz mientras vengo inhalar el inebriante perfume desprendido por tu piel que su succiono levemente mientras mi boca avanza a lo largo de tu cuello a la oreja. Un beso en la piel debajo de esta se planta y mis labios siguen su camino hasta tu rostro, dejando besos hasta que mi boca se cierne sobre la tuya casi rozándola. Mi mirada se ancla a la tuya como un barco en el puerto por un momento que se dilata, entonces se cierran mis ojos. — Por mucho que quiera devorar la diminuta distancia que separa nuestras bocas, Lolita, no lo haré: la decisión es tuya. — Mi voz revolotea sobre tu boca, la punta de mi nariz besa la punta de la tuya. Los dedos de ambas manos mías acarician la zona donde descansan con un suave y rítmico masaje despojado de prisas: una, la parte baja de tu espalda, la otra tu cintura. — Si ese es el deseo de tu corazón: bésame.