Notes

1
Había ocho en nuestro grupo de niños bronceados que iban Este con los misioneros. Entre nosotros había tres valientes jóvenes, dos chicas altas, y tres pequeños, Judewin, Lanzar, e I.
2
Habíamos estado muy impaciente para comenzar nuestro viaje a la Red Apple País, que, nos dijeron, había un poco más allá de la gran horizonte circular de la pradera occidental. Bajo un cielo de manzanas rosadas soñábamos con itinerancia tan libre y feliz como habíamos perseguido las sombras de las nubes en las llanuras de Dakota. Habíamos esperado tanto placer de un paseo en el caballo de hierro, pero la multitud de rostros pálidos miraban perturbado y nos preocupado. 3 En el tren, las mujeres justas, con tambaleante bebés en cada brazo, detuvo su prisa y escudriñados los hijos de madres ausentes. Los hombres grandes, con bultos pesados ​​en sus manos, se detuvieron cerca, y clavados sus ojos azules vidriosos sobre nosotros 4 Me hundí profundamente en la esquina de mi asiento, porque me molestaba siendo observado. Justo enfrente de mí, los niños que eran no más grande que colgué a sí mismos sobre las espaldas de sus asientos, con sus caras blancas audaces hacia mí. A veces, ellos tomaron sus dedos índices de sus bocas y señaló a mis pies mocasines. Sus madres, en lugar de reprobar tales curiosidad grosero, miraron de cerca de mí, y atrajeron nuevo aviso de sus hijos a mi manta. Esto me avergonzó, y me mantuvo constantemente en el borde de las lágrimas. 5 Me sentaba perfectamente inmóvil, con los ojos bajos, atreviéndose solamente de vez en cuando para disparar miradas largas a mi alrededor. Chancing a su vez a la ventana a mi lado, me quedé sin aliento al ver un objeto familiar. Fue el poste de telégrafo, que entró en por lo pasos cortos. Muy cerca de la morada de mi madre, a lo largo del borde de una carretera densamente bordeado con girasoles silvestres, algunos polos como éstos habían sido plantados por el hombre blanco. A menudo me había detenido, en mi camino por la carretera, para mantener mi oído contra el poste, y, al oír su bajo gimiendo, me preguntaba lo que el rostro pálido había hecho daño a ella. Ahora me senté mirando para cada polo que se deslizó por ser el último.
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De esta manera me había olvidado mi entorno incómodas, cuando oí a uno de mis compañeros lo llaman por mi nombre. Vi el misionero de pie muy cerca, lanzando caramelos y gomas en medio de nosotros. Esto nos hizo gracia, y tratamos de ver quién podía captar la mayor parte de los dulces. Generosa distribución del misionero de caramelos estaba impresionado en mi memoria por un resultado desastroso que siguió. Yo había cogido más que mi parte de caramelos y gomas, y pronto después de nuestra llegada a la escuela tuve la oportunidad de deshonrar a mí mismo, que, me avergüenza decir, lo hice.
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Aunque nos recorrimos varios días dentro del caballo de hierro, no recuerdo una sola cosa acerca de nuestros almuerzos.
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Era de noche cuando llegamos a las instalaciones de la escuela. Las luces de las ventanas de los grandes edificios cayeron sobre algunos de los árboles Icicled que estaban por debajo de ellos. Nos llevaron hacia una puerta abierta, donde el brillo de las luces dentro inundado sobre las cabezas de los rostros pálidos excitados que bloquearon el camino. Mi cuerpo temblaba más por miedo que por la nieve pisé sobre.
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Al entrar en la casa, me puse de pie cerca de la pared. La deslumbrante luz fuerte en la gran sala encalada deslumbró mis ojos. El apresuramiento ruidosa de zapatos duros sobre un suelo de madera al descubierto aumentó el zumbido en mis oídos. Mi única seguridad parecía estar en armonía junto a la pared. Como me preguntaba en qué dirección para escapar de toda esta confusión, dos manos calientes me agarraron con firmeza, y en el mismo momento en que se arrojaron de alta en el aire. Una mujer de rostro pálido de mejillas rosadas me cogió en sus brazos. Me sentí asustada y insultado por tales insignificante. Miré fijamente a los ojos, deseando que ella me deja parado en mis propios pies, pero ella me levanté de un salto y abajo con entusiasmo creciente. Mi madre nunca había hecho un juguete de su hija pequeña. Recordar esto me puso a llorar en voz alta.
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Ellos entendieron mal la causa de mis lágrimas, y me colocaron en una mesa blanca cargada con alimentos. Hay nuestro partido se unió de nuevo. Como no Hush mi llanto, uno de los más viejos me susurró: "Espere hasta que esté solo en la noche."
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Fue muy poco lo que podía tragar además de mi llanto, esa noche.
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"Oh, quiero que mi madre y mi hermano Dawee! Yo quiero ir a mi tía!" Le supliqué; pero los oídos de los rostros pálidos no me podían oír.
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De la tabla nos llevaron a lo largo de una pendiente ascendente de cajas de madera, que aprendí después de llamar a una escalera. En la parte superior había una sala tranquila, apenas iluminado. Muchos camas estrechas estaban en una línea recta hacia abajo toda la longitud de la pared. En las dejarán dormir rostros morenos, que asomaban apenas fuera de las cubiertas. Me metí en la cama con una de las chicas altas, porque ella me habló en mi lengua madre y me pareció calmar.
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Yo había llegado a la maravillosa tierra de cielos rosados, pero yo no era feliz, como yo había pensado que debería ser. Mi largo viaje y las vistas desconcertantes me habían agotado. Me quedé dormido, agitado, sollozos cansados ​​profundas. Mis lágrimas se dejaron secar a sí mismos en rachas, porque ni mi tía ni mi madre estaba cerca para secarlas.
LA CORTE DE MI PELO LARGO.
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El primer día en la tierra de las manzanas era un amargo frío un solo; para la nieve aún cubría el suelo, y los árboles estaban desnudos. Una gran campana sonó para el desayuno, su voz metálica voz alta estrellándose a través de la espadaña gastos generales y en nuestros oídos sensibles. El ruido molesto de los zapatos de los pisos desnudos nos dio paz. El choque constante de ruidos ásperos, con un trasfondo de muchas voces que murmuraban una lengua desconocida, hizo un caos dentro de la cual estaba atado de forma segura. Y aunque mi espíritu arrancó en sí en la lucha por su libertad perdida, todo fue inútil.
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Una mujer de rostro pálido, con el pelo blanco, vino después de nosotros. Nos pusieron en una línea de chicas que marchaban hacia el comedor. Estas fueron las niñas indígenas, en los zapatos rígidos y vestidos estrechamente aferradas. Las pequeñas niñas llevaban delantales manga larga y el pelo de tejas. Mientras caminaba sin hacer ruido en mis mocasines blandos, me sentí como que se hunde en el suelo, para mi manta había sido despojado de mis hombros. Miré duro en las indias, que no parecía importarle que estaban más impúdicamente vestidos incluso de lo que, en su ropa herméticamente cerradas. Mientras marchábamos en, los chicos entraron en una puerta de enfrente. Vi a los tres valientes jóvenes que venían de nuestro grupo. Yo los espiaba en las filas traseras, mirando tan incómodo como me sentía.
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Una pequeña campana fue aprovechado, y cada uno de los alumnos acercó una silla de debajo de la mesa. Suponiendo que este acto significaba que iban a estar sentado, saqué la mía y de inmediato puse en él desde un lado. Pero cuando volví la cabeza, vi que yo era el único que estaba sentado, y todo lo demás en nuestra mesa permanecí de pie. Del mismo modo que empecé a subir, mirando tímidamente alrededor para ver cómo las sillas se iban a utilizar, una segunda campana sonó. Todos estaban sentados en el pasado, y yo tenía que arrastrarse de nuevo en mi silla. Oí la voz de un hombre en un extremo de la sala, y miré a mi alrededor para verlo. Pero todos los demás bajaron la cabeza sobre sus platos. Como Eché un vistazo a la larga cadena de tablas, vi los ojos de una mujer rostro pálido sobre mí. Inmediatamente se me cayó de mis ojos, preguntándose por qué estaba tan agudamente visto por la mujer extraña. El hombre dejó sus murmullos, y luego una tercera campana fue intervenido. Todo el mundo tomó su cuchillo y tenedor y empezó a comer. Empecé a llorar en su lugar, por esta vez tenía miedo de aventurarse nada más.
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Pero esto de comer por la fórmula no era la prueba más difícil en ese primer día. A última hora de la mañana, mi amigo Judewin me dio una terrible advertencia. Judewin sabía algunas palabras en Inglés, y ella había oído a la mujer hablar rostro pálido de cortar nuestro cabello largo y pesado. Nuestras madres nos habían enseñado que los guerreros solamente no calificados que fueron capturados tenían el pelo tejas por el enemigo. Entre nuestra gente, pelo corto fue usado por los dolientes, y tejas de pelo por cobardes!
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Hemos discutido nuestra suerte algunos momentos, y cuando Judewin dijo: "Tenemos que presentar, porque son fuertes," me rebelé.
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"No, no voy a presentar! Voy a luchar primero!" Yo respondi.
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Vi mi oportunidad, y cuando nadie se dio cuenta desaparecí. Me arrastré por las escaleras tan silenciosamente como pude en mis zapatos chirriantes; - Mis mocasines habían intercambiado para los zapatos. Junto al salón pasé, sin saber a dónde iba. Volviendo a un lado para una puerta abierta, me encontré con una gran habitación con tres camas blancas en ella. Las ventanas estaban cubiertas con cortinas de color verde oscuro, lo que hizo que la habitación muy tenue. Agradecido de que no había nadie allí, dirigí mis pasos hacia la esquina más alejada de la puerta. En mis manos y las rodillas me metí debajo de la cama, y ​​me acurruqué en un rincón oscuro.
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Desde mi escondite me asomé, temblando de miedo cada vez que oí pasos cerca. Aunque en la sala de grandes voces llamaban mi nombre, y yo sabía que incluso Judewin estaba buscando para mí, no he abierto la boca para responder. A continuación, los pasos se aceleraron y las voces se entusiasmaron. Los sonidos vinieron más y más. Las mujeres y las niñas entraron en la habitación. Yo contuve la respiración, y les vi las puertas del armario abiertas y peep detrás de grandes troncos. Alguien levantó las cortinas, y la habitación se llenó de luz repentino. Lo que hizo que rebajan y mirar debajo de la cama no lo sé. Recuerdo que me llevé a cabo, aunque me resistí a patadas y arañazos salvajemente. A pesar de mí mismo, me llevaron abajo y atado rápido en una silla.
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Grité en voz alta, sacudiendo mi cabeza todo el rato hasta que sentí las hojas frías de las tijeras contra mi cuello, y les oí roer fuera uno de mis trenzas gruesas. Luego perdí mi espíritu. Desde el día que me llevaron a mi madre que había sufrido humillaciones extremas. La gente había mirado a mí. Me habían sacudido en el aire como una marioneta de madera. Y ahora mi pelo largo fue tejas como un cobarde de! En mi angustia Gemí para mi madre, pero nadie vino a consolarme. Ni un alma razonaba en voz baja conmigo, como mi propia madre solía hacer; por ahora yo sólo era uno de muchos animales pequeños impulsados ​​por un pas