Notes

—Me gustan los días lluviosos, sobre todo cuando estoy triste.— Mencionó apartando su mirada unos segundos, devolviéndola a mis ojos poco después. —Gotas de lluvia o lágrimas, ¿acaso puedes decir la diferencia?— Me preguntó con ironía, de esas preguntas que no necesitan una respuesta porque más allá de cuestionar algo, declaran pensamientos. Ella quería pasar su tristeza desapercibida, pero no reservarse las ganas de llorar, esa manera tan humana de desahogar lo que se lleva dentro. —Con esa ropa en medio de un diluvio así, muy discreta ibas a ser.— Dije con seriedad pero con ese toque de picardía que tenían mis comentarios sarcásticos, logré hacerla reír, pude escucharla a pesar de que ya no la estaba mirando a los ojos pues su semblante me incomodaba, pero noté por el rabillo del ojo que al sonreír se limpiaba el rostro con los dorsos de sus manos. Ella se escusó diciendo que sentir el agua sobre su piel le ayudaba a desahogarse, que la lluvia le recordaba a su tristeza y empaparse era como hundirse, envolverse en ella, cosa que según lo que me decía, estaba ya acostumbrada. —Con o sin lluvia, siempre estaré a la intemperie.— Con esos comentarios me hizo claro que tenía depresión desde hace tiempo, esa mirada cansada no era debida a una tristeza pasajera como muchos tenemos, se veía desgastada y con poca luminocidad en su persona. Sin hacer un comentario al respecto saqué mi caja de cigarrillos de mi bolsillo, con dificultad pude encenderlo ya que aún me cubría a mi mismo con el paraguas. Ella se quedó mirándome, o más bien, con sus ojos puestos en el cigarrillo entre mis labios. Reí brevemente y dejé que tomara uno, entregándole el mechero también. Me miró con una sonrisa que desacreditaba mi inteligencia y un gesto en sus cejas que me llamaban "estúpido" sin necesidad de decirlo. —No puedo encenderlo bajo la lluvia, se va a estropear.— Comentó en un tono insultante, lo que me hizo fingir una expresión de asombro como si no supiera eso. Ella al creerse mi reacción, procedió a intentar encender el cigarrillo desde su posición; en efecto, en cuestión de segundos éste quedaba arruinado al mojarse por completo sin darle oportunidad siquiera de ponerlo contra el fuego. Lo tiró al suelo y me dio una mirada que decía "te lo dije" con claridad. —Tenías razón. La lluvia es menos inconveniente, es más, hasta agradable cuando viene en poca cantidad, pero una tormenta puede destrozarlo todo. Yo creo que... lo mejor es saber cuando resguardarse...— Hice una pausa para colocar mi paraguas sobre su cabeza. Le obsequié el cigarrillo que yo tenía antes, el cual se mantuvo encendido en todo momento. —...para no llegar a arruinar esas pequeñas cosas que valen la pena.— Susurré dejando que ella tomara el paraguas y sin decir palabra alguna me puse de pie, metiendo mis manos en mis bolsillos para alejarme lentamente y perderme entre la niebla y la carretera.