Notes

La muchacha citó al americano en el hotel más prestigioso de la ciudad. ¿Podrían llevar a cabo aquel encuentro en cualquier otro lugar más económico? Por supuesto. No obstante, llevaba queriendo acudir allí desde hacia años; pero estaba esperando el momento oportuno para hacer de aquella visita, una experiencia inolvidable.

La recepcionista del hotel, era una amiga de la morena que le debía un favor. Y, gracias a su prestigiosa memoria, la veinteañera decidió que hoy sería el día que le tocaría pagar.

Eleanor llegó a la estancia con un par de horas de diferencia con respecto del americano. Necesitaba tiempo para preparar hasta el más mínimo detalle. Había pasado parte de la mañana dedicándose por y para ella. Quería estar increíblemente perfecta.

Un par de horas en la peluquería.
Otra hora en la esteticista.
Un baño de espuma.
Una rápida sesión de cosmética y productos para la piel.

Un paseo rápido por la suite escogida. Era amplia. Con una decoración moderna, y minimalista; que la morena se encargaría de redecorar mínimamente. Ese sería el punto de partida. Porque hoy, « las apariencias sí engañarían ». La sala acabó oscura como consecuencia del descenso de las persianas, pero iluminada por decenas de velas colocadas aleatoria, aunque sistemáticamente por el suelo: dirigiéndole a una pequeña y redonda mesita dónde destacarían un par de copas, una chubitera con champán, fresas y nata helada que sacaría entre cinco y diez minutos antes de la hora de la cita.

¿La habitación? La habitación fue otra historia. Eleanor acabó prendada de ella. Gigantesca. Con vistas increíbles de la ciudad en lado derecho, gracias a un impresionante terraza donde... si no acababan follando, acabarían por desear un rincón igual para su futura casa. Hamacas. Un sofá en forma de L. Tres sillones individuales al rededor de una mesita central. Mucho verde... Al otro lado de la habitación, un baño que triplicaba el que compartían en el apartamento. ¿Lo que más destacaba de allí? La ducha y el jacuzzi con hidromasaje.

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