Notes

América es una idea improbable. Una nación mestiza construida de partes dispares en constante cambio, se mantiene unida por una noción, la noción de que todos los hombres son creados iguales, aunque todos saben que la mayoría de los hombres se consideran a sí mismos mejores que alguien. De todas las naciones del mundo, los Estados Unidos fueron construidos en la imagen de nadie, escribió el historiador Daniel Boorstin. Eso es porque estaba hecho de pedazos que parecen discordantes, como las colchas locas que han sido una de sus grandes formas de arte popular, verlvet y calicó y cheques y brocados. Fuera de muchos, uno. Ese es el ideal.
La realidad es a menudo bastante diferente, una gran lucha nacional que consiste frecuentemente en el fracaso. Muchas de las historias a menudo contadas de la nación más pluralista en la tierra son historias no de tolerancia, sino de intolerancia. La esclavitud y la maquila, la quema de crosse y el ostracismo de la otra. Los niños aprenden en la clase de estudios sociales en las noticias sobre el linchamiento de los negros, la negación de los derechos de las mujeres y los asesinatos de hombres homosexuales. Es difícil saber cómo convencerlos de que esto equivale a "coronar tu bien con la hermandad", que en medio de todos los fracasos es algo espectacularmente exitoso. Tal vez lo entienden en este momento, cuando la enorme tragedia, como lo hace a menudo, exige un tiempo de reflexión sobre enormes bendiciones.
esta es una nación fundada en un enigma, lo que Mario Cuomo ha caracterizado como una comunidad añadida al individualismo. Estos dos son nuestros ideales definitorios; ellos también están en constante conflicto. Los historiadores hoy lamentan el ascenso de una clase de apartheid orgulloso en Estados Unidos, diciendo que el apego a la etnicidad, en el trasfondo y en la costumbre, ha socavado el concepto de unidad. Estos historiadores deben haber olvidado el pasado o haberlo dorado. La Nueva York de mis hijos no está más balcanizada, probablemente menos, que la Filadelfia de mi padre, en la que los niños judíos caminarían varias cuadras fuera de su camino para evitar la división irlandesa de Chester Avenue. Yo era el producto de un matrimonio mixto, a través de líneas apenas puenteables: un italiano, un chico irlandés. Qué pintoresco parece ahora, qué incendiario entonces. El Brooklyn del árbol famoso de Francie Nolan, el Newark del que Protnoy se quejó, incluso los suburbios WASP no inflexibles del personaje de Cheever; son ghettos, puros y simples. ¿Acaso los camboyanos y los mexicanos en California coexisten con menos facilidad hoy que los irlandeses e italianos de Massachusetts hace un siglo? Ya sabes la respuesta
¿Cuál es el objetivo de este todo astillado? ¿De qué sirve una nación en la que los taxistas árabes conducen por las calles de Nueva York a pasajeros judíos y en la que los taxistas judíos también chofer a los pasajeros árabes y, sin embargo, hablan en teoría del odio, uno para el otro? ¿Cuál es el objetivo de una nación en la que una parte parece estar siempre al borde de los puñetazos con otra persona, negros y blancos, homosexuales y heterosexuales, izquierda y derecha, polaco y chino y puertorriqueño y esloveno? Otros países con tales divisiones de hecho se han dividido en nuevas naciones con nuevos nombres, pero no esta, imposiblemente entrelazada incluso en sus hostilidades.
Una vez que estas partes dispares se mantuvieron juntas por un enemigo común, por las líneas de falla de las guerras mundiales y la valla electrificada del comunismo. Con el final de la guerra fría surgió la creciente preocupación de que sin un foco de odio y desconfianza, se evaporaría una sensación de identidad nacional, que el lado izquierdo del guión afroamericano, mexicano-americano, irlandés-americano abrumaría a la derecho. Y los traumas domésticos de lento crecimiento como el malestar económico y el aumento de la delincuencia parecían más propensos a enfatizar la división que la comunidad. Hoy los ciudadanos de los Estados Unidos se han reunido una vez más debido a la confusión armada y al ataque enemigo. El terrorismo ha llevado a la devastación y la unidad.
Sin embargo, incluso en 1994, la abrumadora mayoría de los encuestados por el National Opinion Research Center estuvo de acuerdo con esta afirmación: Estados Unidos es un país único que representa algo especial en el mundo. Una de las cosas que representa es esta irritante noción de que una gran nación puede consistir exclusivamente en refugiados de otras naciones, que las personas de religiones y culturas diferentes, incluso guerreras, pueden vivir, si no una al lado de la otra, a ambos lados del las avenidas Chester del país. Frente a esta diversidad, no tiene mucho sentido tratar de aislar cualquier cosa que se parezca remotamente a un personaje nacional, pero hay dos tipos de comportamiento que, aunque tenuemente, incitan al concepto de unidad.
Existe ese trasfondo calvinista en la psique estadounidense que ama lo difícil, lo exigente, que ve dominar lo impor- tante, ya sea la pradera o el metro, como una prueba de carácter, y por lo tanto glorias en las luchas de esta coalescencia fracturada. Y hay una mala reputación entre los ciudadanos de los Estados Unidos que eventualmente lleva a la mayoría a admitir que, sin importar lo que traten de sugerir los defensores del inglés, los nuevos inmigrantes no son tan diferentes de nuestros propios padres o abuelos. Leonel Castillo, ex director del Servicio de Inmigración y Naturalización y nieto de inmigrantes mexicanos, le dijo una vez al escritor Studs Terkel: "Las viejas tiendas Ma-Pa del vecindario aún existen. Viven en la tienda. Trabajan siete días al día. semana A sus hijos les está yendo bien en la escuela. Lo están haciendo. ¿Te suena familiar?
La tolerancia es la palabra que se usa con más frecuencia cuando este tipo de convivencia tiene éxito, pero la intolerancia es una palabra de pudin de vainilla, que significa poco más que la concesión de dejar que otros vivan sin ser notados ni molestados. El orgullo se vuelve excesivo, dada la disposición de los estadounidenses a quejarse constantemente de ellos, siendo ellos quienes sean nuevos, diferentes, desconocidos o actualmente bajo sospecha. Pero el patriotismo se enorgullece en parte de esta improbable capacidad de unirnos a todos en un país que, a pesar de todo, es tan diferente como una docena de países y aún así puede llamarlo por un solo nombre. Cuando las fotografías de las caras de todos los que murieron en la destrucción de Wold Trade Center se ensamblan en un solo lugar, será posible rastrear el color de la piel, la forma de los ojos y las narices, la textura del cabello, un mapa del mundo. Estos son los representantes de una nación mestiza que de alguna manera, en momentos como este tiene un espíritu. Al igual que muchas ideas improbables, cuando realmente funciona, es una maravilla.