Notes

Meses después del luto, su coronación fue dictada y terminó por cumplir su destino, sentarse en el trono que alguna vez, ocupó el hombre que más admiraba. Hizo trato comercial con una familia cercana, una que les convenía a todos, al reino. Fue en una de las reuniones que conoció a la hija menor de los Hadid; Gigi. Quedó encantado con la dulce y noble omega, la cortejó y eso alegró a la familia de la pequeña. Hicieron tratos con las tres coronas, una alianza. Mientras, observaban de cerca como la relación entre el príncipe y la princesa, avanzaba. Se casaron, celebraron a lo grande tal unión. La noche de bodas, el príncipe Dimitri le dio a la princesa Gigi lo más grande que un alfa puede darle a una omega, su marca. Todo fue perfecto, pero existía un amor de pasado torturando el corazón del morocho. El lord comandante era el encargado de las tropas de Aurea, además, considerado el mejor amigo de las tres coronas, en especial con Vessochikov. Tuvieron un romance cuando eran niños y adolescentes, mucho antes de que Dimitri tomara el título que le correspondía. Lo amaba, mucho. Pero tampoco era capaz de renunciar a Gigi. Los quería a los dos para él. Por eso cometió el error más grande de todos; engañar a su omega, haciéndola sentir dolores imparables, menospreciada. Si bien el lazo le dictaba que era otro omega quien hacía delirar a su príncipe, ella nunca quiso aceptarlo, pues la amaba, se lo había demostrado durante el cortejo. Además de eso, su alfa nunca llegó con un olor dulzón ajeno al de ella. Pobre e inocente princesa, pues no era precisamente un omega quien tenía cautivado a su príncipe. Era un beta. Por eso nunca sintió olor alguno impregnado en su alfa, por eso el juego le estaba saliendo bien.