Notes

Las estrellas dicen que los fugaces somos nosotros. Ironía de la existencia humana, no de la vida; porque no sabemos que es la vida, no sabemos que parte es. No sabemos si la vida comienza a partir de la muerte, tampoco si al nacer ya lo hemos logrado, no nacemos hechos, necesitamos moldearnos y tambien rompernos de vez en cuando. Nada es verdad. Como vagar entonces por este mundo, de que forma. Hagámozlo pues, de una forma sutil; como lo hace el pensamiento, como lo hacen los recuerdos que se cuelan por fotografías, fotografías tomadas con el alma, con la mirada que congela el tiempo. Una colección de instantes grabados en la retina. Si se llora, se debe tener cuidado de no derramar a los seres que viven dentro. La felicidad corre por su cuenta pero lo hace en el otro vagón, solitaria sin reflejo. ¡Las emociones son eternas! Pero cambian de dueño; estas no se las lleva el mejor postor, tampoco el más fuerte, se las lleva el que las sabe usar, el que sabe en qué momento desenvainar la espada e ir detras del sufrimiento. Algo que no es eterno es el fuego, porque se consume, cambia, se transforma, arde en sí mismo. El ser humano es fuego. Su constante cambio nos impide saber que será el día de mañana, quizás hoy sea una nube o ese susurro de los árboles, quizás mañana sea un abrazo, el buenos días por las mañanas. El embate es del tiempo, para los cuerpos, para los mortales; pero para nosotros, para los que corremos en andas del viento. ¡Qué importa! Déjalo que se lleve lo que busca: las ilusiones fabricadas, la súbita dignidad de los hombres, grande será su sorpresa cuando descubra que no se ha llevado nada. Todo se queda aquí. El escenario de esta tragicomedia siempre ha sido eso; un escenario, una construcción, una frontera. ¡Vamos a golpearla! A golpearla tan fuerte que se rompan los principios, los finales y las despedidas innecesarias que solo menguan la fragilidad de nuestra naturaleza. Solo hay que poner toda la fuerza en movimiento.