Notes

Años cincuenta, Estados Unidos. Te acabas de separar de tu pareja de toda la vida, aquella que abusaba tanto de ti como de tu pequeña hija. No está bien visto que una mujer sea divorciada pero aún así deseas empezar de cero y vas a vivir a otro estado, otra ciudad.
Siempre tuviste pasión por la pintura y es por ello que al mudarte a San Francisco te sumaste a las ferias de artistas donde vendías autorretratos por unos pocos dolares. Tu arte era diferente al del resto, no se trataba de paisajes o bellas ciudades, sino de niños con grandes ojos inspirando tristeza o melancolía. En esta feria conociste a un hombre encantador, un artista que en tan poco tiempo te prometió la luna y las estrellas. Caíste por él y finalmente contrajeron matrimonio. Ahora la firma de los dos es la misma y como él tiene ese carisma del cual careces sale a vender tanto sus cuadros como los tuyos. Tras un largo tiempo, una señora compra uno de tus cuadros y poco a poco tu arte comenzó a ser reconocido; sin embargo, no es todo como esperabas. Tu marido pretendió ser el autor de dicho cuadro y poco a poco comenzó a tener popularidad. Finalmente, él te comenta el malentendido pero terminan llegando a un acuerdo donde tus los pintabas y él los vendía porque la meta de ambos era comprar una casa para los tres. La situación se fue de las manos cuando los retratos de estos niños tomaron popularidad al punto de salir en revistas y periódicos nacionales. Lograron abrir su propia galería de arte donde exponían los tantos niños con ojos grandes que habías pintado.
Diez años pasaron y a tu marido se le subió la fama a la cabeza. Comienza a creer que en verdad es el autor de estos retratos mientras tu te las vives encerrada en el estudio pintando día y noche al igual que un esclavo. No tienes suficiente autoestima para enfrentarlo y como decidieron tenerlo en secreto tampoco tienes con quien compartir tus penas. Llega el punto en donde él te amenaza de muerte si es que abres la boca. También descubres cientos de mentiras de su parte: en primer lugar, jamás fue un artista. El sólo vendía cuadros que ya tenía en su posesión aunque tuvo el descaro de escribir su firma sobre la del real artista. En segundo lugar había jurado que pasó un año viviendo en París y apenas estuvo una semana de vacaciones en dicha ciudad. Ya en tercer instancia omitió el hecho de tener una hija con su ex esposa y todos aquellas historias que contó sin cansancio terminaron siendo mentiras. Él mismo se las creía porque lo único que llegó a ser en su vida fue vendedor de bienes raíces frustrado.
Finalmente huyes cuando todo se torna violento tanto para ti como para tu hija que ya es adolescente. Se divorcian al tiempo y aunque intentó ponerte trabas ya que quería cien cuadros más de aquellos niños con ojos grandes. Terminas cediendo para que te deje en paz de una vez por todas aunque para él nada es suficiente. Con valor de tus nuevas amistades y el apoyo de tu hija, lo terminas demandando exponiendo a la luz que todo este tiempo tu fuiste la artista detrás de aquellos cuadros tan populares. Terminan yendo a juicio y ganas el mismo después de que el juez determinara que ambos debían pintar uno de estos cuadros en una hora. Al ver la similitud del tuyo con el que él no pudo hacer, la noticia termina siendo un boom para la época.
Bien, si llegaste hasta aquí, esta historia no es inventada ni nada menos, sino que estoy hablando de la historia verídica de la artista Margaret Keane.