Notes

Alexandre ni siquiera había sido consiente del momento en el que había subido al auto de Jay, mucho menos el momento en el que atravesaba la puerta de su departamento y era arrojado con violencia hacia uno de los sofás, obligándole a quejarse ante el repentino golpe. Apenas un par de instantes después había sentido esos hambrientos labios carnosos sobre los suyos mientras los dientes se encargaban de arañarle los labios bruscamente.
-Ten esto…- murmuró el más viejo mientras sacaba una pequeña pastilla del bolsillo de su chaqueta y prácticamente lo empujaba hacia la garganta del tatuado, quien se vio obligado a tragar gracias a esos insistentes labios que, hambrientos, se dedicaban a tomarle.
Los besos insistentes sabían agrios, y Alex era consciente, sin embargo no podía pararlo mientras los toques sobre su cuerpo, repentinamente desnudo, eran más frecuentes y cada vez más íntimos. Cerro los ojos mientras sentía una habilidosa lengua recorriendo su piel y unas amplias manos acariciando febrilmente.
El hombre más viejo sonrió mientras notaba como el cuerpo bajo suyo parecía laxo, apenas una suave respiración se desprendía de entre esos amoratados labios. La pálida piel parecía tomar un tono rosado, a la vez que comprobaba cómo el cuerpo parecía tener más temperatura y la piel se perlaba en sudor.
Levantándose del sofá, tomó al chico entre sus brazos para dirigirlos hacia la habitación principal, tendiéndole después sobre la sabanas. Sonriendo con suficiencia, ascendió sobre el pequeño cuerpo, sintiendo contra su piel desnuda aquella otra que poseía un delicioso aroma a sudor fresco. Lamió su labio inferior con ansiedad, mientras tomaba su propio miembro y sin ningún tipo de consideración, se hundía en aquella apretada entrada que le recibió caliente y palpitante. Gruñendo desde lo profundo de su garganta, observó como el chico tensaba la mandíbula y enterraba sus largos dedos en la almohada bajo su cabeza mientras su cuerpo temblaba visiblemente.
-Eres delicioso dragón.- gimió mientras balanceaba sus caderas contra el pequeño cuerpo- verdaderamente exquisito.- añadió mientras se inclinaba lo suficiente para gemir contra el oído del más joven, quien simplemente se quedo allí, laxo sobre las sabanas, mirando un punto incierto en el techo de la habitación.