Notes

Los últimos días no habían sido los mejores emocionalmente para Julie, la vida comenzaba a demostrarle cuan difícil podía ser y ella aún no estaba preparada del todo para eso a pesar de haber entrado en su segunda década hace años ya.

Su trabajo de medio tiempo en la tienda de Ski le daba el dinero necesario para poder vivir y pagarse sus estudios de Medicina. Sin embargo, algo dentro de ella comenzaba a dudar de lo que realmente quería. De si todo debía de continuar como había sido desde que tuvo que empezar a vivir por si misma.

Aquellos pensamientos atormentaban tan seguido a Cunningham que le era fácil perder la concentración y la conexión que normalmente llevaba con el mundo. Mas, esa situación se había dado tan calma que no habría entendido jamás porque esa sería la última vez que vería al sol caer por el oeste.

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La tarde estaba a nada de comenzar a mostrar sus colores cálidos para dar a entender que la noche estaba a horas de llegar, y allí estaba la señorita Cunningham: ansiosa por llegar lo más pronto a casa. Su único abrigo, una chaqueta de gamuza y una cálida gorra digna de vestimenta de esqui, no ayudaban a protegerse del repentino cambio de temperatura.

Sin embargo, todo parecía tomar un rumbo diferente luego de una charla entre colegas que le hizo cambiar algunos de sus pensanientos. A pesar de que no era suficiente para calmar su inquito corazón, le daba esperanzas de que cambiara poco a poco.

Y la tranquilidad que traía consigo a esas horas la universidad de Ohio fue perturbada de la nada con el golpe repetitivo de algo cayendo contra el suelo. No fue difícil encontrar el foco, haciéndola arrimarse rápidamente a ayudar.

Aquel hombre no era mucho más grande que ella, pero todos sus años estudiando para ser médica habían abierto un tercer sentido para ayudar sin vacilo a quienes lo necesitaban.

No fue mucho para Julie levantar esos libros y sonriente ofrecer su ayuda para cargarlos, agradecida de que fuera aceptada. Sin más, acoplándose al paso impropio lo acompañó hasta su veículo. Vehículo que en un abrir y cerrar de ojos había perdido de vista, al igual que su eje de apoyo. Si había ocurrido algo luego... lo olvidó sin más. Como si un fuerte golpe hubiera salido de la nada.

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No le dio tiempo a nada, siquiera de analizar la situación. El dolor la había traído de nuevo al mundo real. Un desesperado vaivén se hacía de ella, haciéndola sentir con cada movimiento que algo se rompía dentro de ella.

Sus ojos casi ciegos por aquellas lágrimas producto del dolor, solo se hicieron de la desnudes que sus brazos extendidos hacia arriba presentaban y no soportando más comenzó a moverse con ánimos de intentar buscar escapatoria.

—¡Auxilio! ¡Suéltame! —Intentó formular, pero por mucho que hacía no había éxito alguno. Era presa de alguien que indefensa había impuesto poder absoluto sobre su cuerpo.