Notes

Cuando un adulto saca a flote su lado infantil puede disfrutar de un día de playa o de los espacios de un parque. En cambio, en el caso del adulto que padece el síndrome de Peter Pan está negado a crecer. "Ese es el niño que debe salir a flote, pero no es sano el niño encerrado en un adulto que se niega a las canas y a las arrugas de las manos".

Esta alteración en el crecimiento interno de la persona, genera consecuencias en sus relaciones cotidianas. Aguzzi dice que, por lo regular, la padecen personas que tienden a vivir solos. "No es fácil convivir con personas que no evolucionan o que no se plantean metas. Son seres que se sienten incomprendidos, pero los demás los vemos como inmaduros".

Para abordarse terapéuticamente, lo primero es que la persona asuma que tiene temor a crecer, aconseja la experta: "Deben enfrentarse a metas para hacer lo que les corresponde hacer. Esa es una forma de darse cuenta de que madurar no es malo, que siempre hay disfrute en la madurez, que crecer no significa ser amargado ni perder el niño interno".

La psicóloga recuerda que el mayor beneficio de madurar es encontrarse consigo mismo y tener capacidad para definir cuáles son las cosas que pueden o no realizarse.

"Crecer también es saber cuándo dejar de luchar en contra de la corriente por aquello que no puede cambiarse. Eso es parte de la madurez, aceptar las limitaciones que también tengamos".