Notes

Vi la luna y las estrellas en tus ojos; juro que entre esas pestañas y el brillo de tu mirada pude apreciar constelaciones y un mar vasto de maravillas en el que estaba dispuesta a sumergirme, dedicar mis horas a desvelar tus encantos uno por uno jamás pareció una mala idea, en esa infinidad de galaxias y nebulosas que te componen me perdí debido a tu caos y desorden, fui arrastrada hacia confusión pero la más hermosa del mapa astral sin poder oponer resistencia alguna, caí rendida ante la forma en la que al observarte podía ver al universo entero con tu pupila como epicentro, y lo haría de nuevo. Después de todo, había polvo estelar en tus iris, supernovas danzando entre colores inexpresables que radiaban materia más allá de mi comprensión, estaba fuera de mi toque y de mi capacidad para admirar el firmamento pero siempre estuve dispuesta a aprender cómo, a memorizar cada uno de los detalles que me maravillaban, a esperar los años que fuesen necesarios para ver tus cometas pasar, una y otra vez, sin aburrirme de entregar madrugadas completas a realizar bosquejos de sus trayectorias sobre mi cuerpo y recorrerlas luego bajo mi piel. Quemaban, esas explosiones de cuerpos celestes que acompañaban tu presencia y esparcían calidez en mis venas, se movían a la velocidad de la luz evadiendo barreras, leyes, e ignorando las órbitas establecidas por cualquier vestigio del pasado. Contigo era trazar elipses difusos que jamás había experimentado, no se trataba de constantes prescritas ni ecuaciones simples, era sucumbir ante tu mirada y sentir la aceleración de gravedad más intensa que alguna vez había actuado junto a mi peso. Prometo que experimenté la relatividad en primera persona cuando fue a mí a quien observabas, estaba preparada para recorrer los confines de la galaxia con tal de seguir bajo el umbral tu mirar, dejé de lado los pergaminos y me aventuré a contemplar el cielo, a contemplarte de vuelta, admirar luminosidad hecha estrellas fugaces que tu osaste en llamar defectos. Para mí eras la aurora más excéntrica del polo, gamas y frecuencias únicas que alteraban todos mis campos y completaban mis espectros, luces que sin necesidad de prsimas refractaban colores en emociones tan amplias que el Es por eso que no me esperaba tamaña densidad en la masa de la nada misma cuando me percaté que tocar los astros duraba instantes, momentos, y no las eternidades que yo me imaginaba a tu lado. Eran momentos fugaces que dejaban vacíos demoledores, jamás hubiera imaginado que el viento solar tuviese la capacidad de volverse tan frío si no eras tú quien lo guiaba. Fue ahí que desccubrí que independiente de lo vasto del espacio jamás me sentiría sola si estuviera en mí la capacidad de seguir acercándome a ver cometas viajar por tus pestañas, no me aburriría de los cristales que derriten en su revoloteo ni de la fuerza de atracción que producen en las mías, me gustaría permanecer aquí a tu lado contando anillos de planetas lejanos y pasmando la Vía Láctea de tus pupílas en mi memoria todo lo que le queda de vida a esta estela, y es que sigo colgada en un universo que no me pertenece, mundos paralelos en donde no existe un cinturón de Orión sino tus párpados y vista convertidos en luceros, una dimensión completa dedicada a alabar tus expresiones incluso en las fases oscuras del satélite y el afelio de nuestro ciclo. Podría darte mil razones aunque no las creyeras, ¿y cómo no hacerlo si a pesar de todo todavía puedo ver la luna y las estrellas en tus ojos?