Notes

Me dieron miedo sus palabras, la pregunta estaba en mi boca pero no pude hacerla. Ahora sé que se debía a que en realidad ya conocía la respuesta, continué alimentando mis ilusiones porque de eso se trataba todo, eso fue y eso será, palabras, deseos, anhelos, pero el intimidarse una vez era la hora de realizar algo. Por eso temí de sus palabras, temí de no creerle más, que cualquiera fuera su respuesta, no me iba a ser suficiente porque ya me estaba aprendiendo las reglas del juego, y con la verdad y siendo directos, así no funcionábamos.

Te extraño de una manera inexplicable, como pequeños puntos de luz fáciles de divisar pero tan lejanos de mi alcance. Estás, y a la vez no lo haces. Hay personas que simplemente son eternas, que van y vienen pero que jamás desaparecen, que la mente continua evocando en un ciclo eterno de poder volver a tener, si es que alguna vez siquiera es posible reclamar el derecho de hacerlo. Por eso te extraño, ¿y cómo podría explicarlo? ¿y cómo podría no hacerlo? Tu piel sigue siendo cálida y tu voz está presente, sigue ahí, jamás se ha marchado, de la misma manera en la que soy consciente que jamás ha estado verdaderamente aquí conmigo. Es inexplicable, pero de verdad te extraño.

No soporté bien la felicidad; falta de costumbre quizás, irreconocimiento del sentir. No soporté las mariposas en el estómago; falta de apetito entonces, prefería soledad y un abdomen vacío. ¿Qué me dice que podré soportarte a ti, en ese caso, que eras mezcla de ambos? Combinación temida, ¿quién me dice que podré ganar ante tu amenaza? No tengo la rutina de esperar por una respuesta, de escuchar canciones que gritan tu nombre ni de ahogarme en palabras que pintan tu color. Sigo irreconociéndolo. No tengo apetito de suspiros ni de risas robadas, de dolor punzante en el pecho o de necesidad de querer. Es tan distino a la soledad. A la independencia. Y ya no sigo preferiéndolo.