Notes

Llevaba días soñando con lugares en los que se suponía que no había estado nunca, sin duda era Egipto. La arena y el sol abrasador la rodeaban y la calentaban como si realmente estuviera allí, notando como sus pies se enterraban en esta.
Lo extraño de ese sueño es que no era ella misma, sino una versión infantil y que sólo se reflejaba en los ojos de la mujer de cabellos blancos que la acompañaba hasta un palacio en medio del gran desierto.
— Buenas, Seth.
— Hola Skadi, bienvenida. - dijo el Dios cogiendo la mano de esta para besarla. Ante todo era un caballero.
Aquellas dos personas hablaban entre sí, y apenas escuchaba la conversación, pero aquello no le importaba, pues lo imponentes que eran los dos, daban a entender que eran más simples humanos, y aquel hombre tan alto como la mujer, a la cual su mente le describía como su propia madre. ¿Su madre? ¿Aquél era el rostro de su verdadera madre?
Pero entonces las voces llegaron de nuevo a ella, esta vez estaba en un gran salón, cada uno sentado en sillones hermosamente decorados con jeloglíficos al igual que la mesa que tenía en frente.
— La guerra entre los Dioses Egipcios está a punto de desatarse, y necesitaba aliados fuertes a mi lado, así que pensé en ti.
Pero allí había alguien más, consiguió verla, era igual que aquel hombre y de unos ojos muy bonitos o eso recordaba en el sueño, el cual transcurría a medida que ella observaba todo a su alrededor. Cualquier cosa llamaba su atención y sabía el motivo, pues en el sueño, de donde provenía era un lugar frío, excepto aquel palacio dorado que rondaba su mente, deseando volver.
En su cabeza sólo escuchaba ecos sin sentidos, sin llegar a entender nada de lo que decían. De un momento a otro se había convertido en una extraña en su propio sueño, mientras recuerdos a partir los cinco años volvieron a su mente, viendo en ellos a Birgitte y a Einar, sus padres adoptivos quienes la habían cuidado hasta el momento de poder valerse por sí misma.
De repente algo la hizo volver. Aquella misma chica del sueño anterior, pero esta vez ella era quien las acompaña de camino al mundo del padre de todos, Odín.